Payal Kapadia… a examen

Los trabajos de Payal Kapadia corresponden a circunvalaciones sobre unas mismas impresiones que destila de su propia cultura. India es un misterio ancestral que siempre resalta unos estigmas repetitivos, es un lugar enormemente generoso con su costumbrismo, necesariamente ligado con el pasado y la reiteración del mismo, y la directora sabe expresar una voz crítica dentro de su afinidad por lo artístico, que resalta y a la vez denosta esas parábolas con unos valores crepusculares y, en ocasiones, apolillados.

Sus cortometrajes han servido de experimentación para la que fue su primer largo documental, que parece condensar todas esas catarsis que exploraba en pequeño formato, aquí de un modo más combativo y quizá experimental, siempre afín a la belleza de las historias cortas. Es entonces una necesidad recurrir a Watermelon, Fish and Half Ghost, el que sería su primer encuentro con unos personajes que viven de la narración en off, no siempre concordante con la imagen, pero sí certera para darle un significado. En este pequeño film somos cómplices del punto de vista de una pequeña susurrante, que interfiere con sus palabras en la cotidianidad de un grupo de vecinos, capaz desde su inocencia de tratar el amor, la familia y la muerte sin salir de un mismo edificio.

Modesta en sus imágenes, quizá todavía sin medios para experimentar con las imágenes como podrá hacer en sus siguientes trabajos, Watermelon, Fish and Half Ghost mezcla tres historias vitales y a la vez singulares que dan forma a rasgos de la cultura que tanto obsesiona (quizá por ser parte de ella) a la directora, apelando a ese poco fructuoso paso del tiempo en el lugar donde rueda, como una prolongación de lo que sucede en todo el país. También es modesto el lugar que habitan estas imágenes, donde vemos a sus protagonistas, pero sobre todo esas estancias vacías que rezuman espiritualidad y cercanía, dar forma a los quehaceres más sencillos, mientras la narración va generando reflexiones mucho más poderosas de lo que se deducen a simple vista. Ya en este cortometraje encontramos algunos dibujos que acompañan la narración, pequeños extractos que representan algo de la intimidad de la directora, hija de la artista visual Nalini Malani, algo que ofrece una libertad creativa a su expresividad, que alimenta su imaginería dentro del convencionalismo de sus historias, siempre en contraposición con lo alternativo de sus montajes.

También tiene Watermelon, Fish and Half Ghost un humor que no es tan fácil de percibir en sus siguientes propuestas, que nace de ese medio fantasma del título, algo que toma por literal en el film y que nos ofrece uno de los retales de este conjunto más poéticos y divertidos donde hacernos reflexionar sobre el respeto al amor, al paso del tiempo y al más allá, uno cíclico en la religión hindú. Porque sí es importante para Kapadia un punto de vista femenino desde el que explorar esa cotidianidad, aunque sea desde una apariencia global, la directora apela a mujeres solas que enfrentan el duelo, que sueñan, que muestran un respeto casi canónico por la comida, que extrapolan todos esos rincones conocidos hacia la universalidad de su cultura y su comprensión del mundo. Kapadia centra su mirada en un mundo interiorizado, pormenorizado y críptico, casi profético y abre una ventana para que nosotros podamos curiosear y cuestionar todo aquello que desconocemos, ese choque cultural que despierta una barreras que la directora, con su afán de manipular artísticamente los límites, nos quiere regalar sin darnos cuenta de que su mano es vital para dar un sentido concreto a una batería de imágenes que ella dirige en una única dirección. Sin duda es una realizadora que seguir de cerca, con inquietudes ilusorias dentro de un universo que no se ve nunca limitado por su austeridad.

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