En varios momentos de su película, Maja Borg dialoga con Vince sobre sus prácticas de BDSM (‹Bondage›, Dominación, Sadismo y Masoquismo). Vince comenta que cuando lo practica, «Necesito tener la seguridad de que no es abuso, porqué estás en una situación de poder y lo utilizas. Y es lo que hacen los hombres con cargos importantes: usan su poder para obtener sexo, o disfrutan maltratando a alguien». A lo que Borg responde: «Sí, y la diferencia está en el consentimiento. El sexo consentido puede ser maravilloso, pero sin consentimiento es violación. La diferencia es enorme». Con esta observación, la directora sugiere que el maltrato no nace necesariamente de la violencia física, sino de la imposición de la misma (y también, por supuesto, de tantas otras cosas).
Hace meses, Ninja Thyberg nos presentaba un interesantísimo retrato de la industria del porno norteamericano con Pleasure. En ella seguíamos los primeros pasos de la joven actriz, Jessica, y en una de las secuencias presenciábamos su incapacidad de poner freno a la ejecución de una crudísima escena de sexo salvaje. Jessica interrumpía la grabación repetidas veces, pero la acción, tras un par de caricias y “buenas palabras”, era reanudada casi sin preguntar, retomando los mismos que la consolaran su ‹performance› de agresiones. Así quedaba manifiesto el problema de raíz: la dominación masculina a la que Jessica estaba sujeta. El personaje se veía sobrepasado por una violencia simbólica, en este caso ejercida por los dos hombres que la abofeteaban, escupían, insultaban y daban tirones de pelo (tres, contando al director de la escena, quien le recordaba las catastróficas consecuencias que tendría para su futuro profesional el hecho de no finalizarla).
Sin embargo, en otro momento de la misma película, veíamos a Jessica escenificando otra situación de dominación, esta dirigida por una mujer. La diferencia entre ambas se hacía evidente: las constantes atenciones de la realizadora, la posibilidad (real) de poner fin al rodaje… Volvemos, entonces, al consentimiento (también manifestado en forma de atención y cuidado). Un consentimiento difícil de conciliar con la existencia de una dominación masculina institucional, que va mucho más allá de la violencia física (si bien también la ejerce). Pues bien, ambos temas (consentimiento y dominación masculina) están igual de presentes en la película de Maja Borg, Passion. Y resulta muy interesante ver las distintas perspectivas a partir de las cuales lo abordan las dos directoras suecas.
Porque si la primera se proponía denunciar la falta de consentimiento con que a menudo se realizan ciertas prácticas (especialmente en el mundo del porno), la segunda quiere descubrir las infinitas posibilidades que le ofrece, precisamente, el hecho de dar su consentimiento. A Borg le interesa explorar los límites del placer, estudiar los roles de los agentes “dominador” y “dominado”, palpar el tipo de relación que se establece entre los mismos, adentrarse en la sinergia entre sumisión y placer… En resumen, si Ninja Thyberg se enfrentaba a la dominación masculina denunciando la falta de consentimiento, Maja Borg le planta cara despojándola de su arma principal: la imposición. Y lo más interesante es que toma como referente una práctica tan aparentemente alejada de todo este mundo como el bautizo.
Para la directora, la entrega corporal de uno mismo a una práctica BDSM es muy parecida a la acción de bautizarse, ya que los dos actos exigen un importantísimo gesto de confianza hacia un agente superior. Son un acto de fe, exploraciones introspectivas que requieren de una tercera persona en una posición de superioridad, a la que uno se entrega (casi) por completo. Y de hecho, cuando practica el BDSM (tanto en calidad de dominada como de dominadora), Borg se dirige a su acompañante (ama primero y sumisa después) en una serie de reflexiones que bien podrían ser las frases de una oración. Así es como encuentra su propio camino hacia una suerte de liberación, en un interesantísimo ejercicio de autoconocimiento que queda plasmado en un trabajo muy personal y que tiene tanto de experimental como de cinematográfico. Un tipo de liberación que, igual que todo el resto, únicamente puede darse en caso de consentimiento. Como ya sugiriera Ninja Thyberg.