Tras los pasos de Lucio Dalla
«Nunca cantaría en un mundo sin inquietudes.»
Lucio Dalla (1943-2012)
Tras la fantástica Martin Eden (2019), Pietro Marcello (Il Passaggio della Linea, La boca del Lupo, Bella e Perduta) regresa al documental a través del mítico cantautor italiano Lucio Dalla, compositor de piezas como Caruso o Balla balla ballerino. Pese a que, en algunos momentos, uno tiene la sensación de que el documental es para aquellos más cercanos o familiarizados con la figura de Dalla, el dispositivo marcadamente autoral propuesto por Marcello en el que, de nuevo, las imágenes de archivo son esenciales, logra no solo presentarnos perfectamente los aspectos más característicos de la personalidad del músico, sino también acercar al espectador al contexto histórico de una Italia que, como el propio Dalla, está en constante transformación.
Marcello se apoya en el mánager y gran amigo de Dalla, Umberto Righi (Tobia), como narrador, de manera que muchas de las anécdotas, frases o particularidades del cantante las conocemos por él. Sin embargo, son realmente las magníficas imágenes de archivo las que nos aproximan de manera significativa a Lucio Dalla. Hacia el inicio del documental, por ejemplo, Tobia está describiendo a Dalla y, a la vez, se muestran imágenes de una entrevista al músico. Las palabras de Tobia son interesantes, sin duda, pero Marcello parece poner énfasis en la imagen de Dalla, su aspecto peludo y algo dejado, los detalles de sus manos, su lenguaje, su vestimenta, lo que realmente nos permite conocer en profundidad al personaje. Asimismo, se hace una elección muy cuidadosa y significativa de la música utilizada, de manera que a través de la interrelación entre música, palabra e imagen Marcelo construye un discurso que va más allá de una superficial descripción de personaje. Justo lo contrario, más que narrar banalmente los sucesos de su vida, Marcello está interesado en presentarnos las emociones, los impulsos, las actitudes de Lucio Dalla. Gracias a ello, hay varios momentos que resultan verdaderamente emotivos, como en el que se enfatiza la amistad entre Tobia y Lucio.
Hacia la mitad del metraje, no obstante, se introduce una especie de nuevo narrador, un viejo amigo de Lucio y Tobia, Stefano, y Marcello filma una larga conversación entre él y Tobia. Es innegable que sus reflexiones sobre Dalla son valiosas, ahora bien, la forma elegida por Marcello de presentárnoslas, con un diálogo algo tosco y artificioso, no termina de compenetrarse bien con otros fragmentos del documental que poseen una naturaleza más lírica y menos sintética. El mismo Stefano se percata de esto y, de hecho, se ríe un momento de Tobia porque dice que está hablando “para parecer sabio”.
Así pues, aquello que resulta verdaderamente interesante y bello de Per Lucio no son tanto sus partes dialogadas sino cómo, gracias a un estudiado montaje, se vincula el contenido social e ideológico de las imágenes de archivo con la música y la figura de Lucio Dalla. Pietro Marcello captura la idiosincrasia de la clase obrera italiana de un contexto histórico siempre cambiante a través de la personalidad del propio cantautor, la cual queda inscrita maravillosamente en la propia forma del documental. Todo ello le permite transmitir cómo la presencia de Lucio Dalla fue tan emblemática tanto para sus amigos como para el pueblo italiano que, tras su muerte, aún parece mantenerse ya no solo en el terreno de lo conceptual y lo artístico, sino incluso físicamente.