El tándem formado por Joanna Kos-Krauze y Krzystof Krauze nos trae un biopic comprometido y bello en el que los prejuicios no tienen cabida a la hora de explicar la vida de una mujer de bandera dentro de la cultura gitana. Tras trabajar juntos en Plaza del Salvador y llevándose el Globo de Cristal en el festival de Karlovy Vary en 2005 con la película Mi Nikifor, la pareja de cineastas polacos quisieron retratar las costumbres gitanas de manera fiel, sin tapujos, con sus pros y sus contras. Y así lo hemos visto.
Papusza, término romaní cuyo significado es muñeca, es el pseudónimo de Bronislawa Wajs, interpretada por Jowita Budnik, una mujer criada entre danzas y saraos, establecida en un poblado ambulante con una mente cerrada, al margen de la ley, orgulloso y afianzado a una cultura que bien le dio más disgustos que otra cosa. Desde muy joven tuvo que hacer frente a un matrimonio forzado en el auge de la Segunda Guerra Mundial, así como superar su infertilidad y el amor imposible que sintió durante toda su vida por el poeta Jerzy Ficowski, el cual descubrió el talento de Papusza (y un servidor descubre un talento en pantalla de la mano del actor Antoni Pawlicki). Fue el encargado de editar sus textos, los cuales escribía la poetisa en pequeños fragmentos de papel, además de gestionar el declive en la vida de la artista. Acusada de espiar a su gente y contar sus secretos culturales, Bronislawa Wajs vivió martirizada hasta el mismo día de su muerte.ç
Y es que la ignorancia nos hará felices. El filme escenifica perfectamente como una multitud analfabeta recae sobre la persona que, inmersa en ese mundo, quiere huir a toda costa del atraso y de la inmadurez que supone. No nos olvidemos de que la protagonista es una mujer gitana que entre los años 30 y 60 se aventura más allá de lo conocido sin renegar de su persona y de dónde viene. Algo realmente curioso, pues, en la cultura romaní se les insistía en que un individuo debe saber quién es y su procedencia; sin embargo, el pasado para ellos es incognoscible, así como sus propios orígenes, moviéndose por intuición y descendencia hereditaria. Pues como bien le confiesa la protagonista al poeta Ficowski: Si los gitanos tuviesen memoria, se morirían todos de angustia. ¿Cómo es posible que un pueblo unido, fiel a sus creencias y costumbres, ajenos a la vida que les rodea porque no quieren ser contaminados, no sepan (o no quieran saber) sobre su pasado? Hay preguntas que aun viendo la cinta no entrarán en nuestro raciocinio, pues bien es sabido por todos que la cultura gitana sigue dando que hablar en nuestra sociedad. Aunque cierto es que se trata de una minoría aquella que vive apartada y marginada. Y hablando de este grupo reducido, observamos que los años no han pasado, pues no hay diferencia alguna entre la comunidad gitana de hoy en día, la cual podrá verse reflejada en el metraje de Papusza.
Pero el plato fuerte lo encontramos en el aspecto técnico que, aunque no presenta ninguna novedad al realizar el filme en blanco y negro, es necesario destacar la maestría a la hora de dotar de ausencia de colores vivos a una película sobre la cultura gitana, pues nadie echará de menos dicha omisión. Estamos hablando de uno de los trabajos más llamativos y espectaculares en blanco y negro de los últimos tiempos, y es que la dirección de arte es sensacional, involucra más al espectador hipnotizando su mirada frente a la pantalla y la fotografía roza casi la perfección.
Papusza es un suceso minimalista histórico que no tiene miedo a la hora de mostrar la cruz de una cultura que no acepta el progreso de los suyos, pero que, sin embargo, encandila por su unión férrea, la cual no se ha fragmentado ni posiblemente lo hará.