El festival de cine de la capital bosnia acabó el sábado pasado, pero todavía no hemos terminado de reseñar algunas de las cintas que pasaron por Sarajevo. Tras unos días ausentes por el viaje de vuelta, seguimos, en esta ocasión con una cinta balcánica.
Our Everyday Life es la ópera primera de su directora, Ines Tanović. De todas formas, la cineasta no es una recién llegada, a parte de ser la actual presidenta de la asociación de cineastas de su país, tiene una extensa carrera como cortometrajista y ahora, por fin ha decidido (y podido) dar el salto al largometraje con esta radiografía de la Bosnia actual.
La cinta nos presenta a una familia que naufraga en la cotidianidad posterior a la guerra. Seguimos a Sasa, un joven de 35 años que defendió su ciudad y tras unos trabajos esporádicos y un matrimonio fracasado, malvive en la casa de sus padres sin nada que hacer más allá de fumar un cigarro tras otro y salir a tomar cervezas con los amigos, para desesperación de un padre, Muhamed (interpretado por el gran actor Emir Hadzihafizbegovic, que está en todas las cintas bosnias o croatas últimamente), que tras toda su vida dedicada a su empresa, asiste impotente a la privatización de la misma y a la perdida de su puesto de trabajo con una sugerente indemnización económica de por medio. La familia la completan una hermana mayor que vive en Eslovenia y espera un hijo y la sufrida madre, Marija.
Our Everyday Life (Nasa svakodnevna prica en su título original) nos sitúa en la Sarajevo actual e intenta ser una radiografía del estado de las cosas en la capital bosnia. El tono bascula entre el drama intimista y la comedia ‹soft› que relaja el ambiente. Es una película amable, muy suave, tierna con los personajes que la pueblan. Esto acaba por ser su mayor virtud y su mayor problema. Es una cinta de consumo interno, pero aún así acaba de ser seleccionado por Bosnia para la carrera de los Oscar (aunque igual no tiene mucho mérito, tampoco hay muchas más películas de ficción en Bosnia este año).
Todo se sustenta por las relaciones entre personajes y por esa crítica radiografía del estado de las cosas, veinte años después de acabar la guerra. Hay cierto gusto por mostrar los grises y las contradicciones de los personajes de manera controlada, poco a poco. Así, el padre, autoritario y quien parece no haber movido un dedo en su vida por su mujer, se muestra en el trabajo como alguien integro y que no quiere vender la empresa en una de esas privatizaciones que ahora mismo está asolando al país balcánico, por mucho que a cambio pueda conseguir una sugerente indemnización.
Posiblemente sea la madre el personaje menos elaborado, junto con la hermana, que vive en Eslovenia desde antes de la guerra y a la que vemos poco en pantalla. Por contra, son los dos hombres quienes llevan el peso de la película, aunque irónicamente sea la madre y su cáncer quien haga evolucionar al resto. La cinta hace una reflexión sobre el estado actual, lleno de desencanto por una juventud sin salida, con el mayor indice de paro de Europa, donde la crisis ha traido unas privatizaciones impulsadas por la Unión Europea que lo están destruyendo todo. Bosnia es ese país con algo más de 180 ministerios, pero cuyo museo nacional permanece cerrado desde hace dos años.
No obstante su final intenta ser esperanzador. Tanović parece estar demasiado cerca de sus personajes. No como algo malo, pero desde luego su cámara transmite un infinito cariño hacía ellos.
Una película pequeñita. Posiblemente esperaba mucho más de una cineasta como Ines Tanović, pero la película termina gustando a fuerza de unos personajes bien descritos, las interacciones con el resto y el fluir de esas vidas capturadas con tanto mimo.