Hay una canción de la banda estadounidense Bright Eyes, de título We Are Nowhere, And It’s Now, en la que Conor Oberst (vocalista del grupo) nos pregunta en la primera estrofa «¿Por qué tienes miedo a soñar con Dios, cuando es la salvación que deseas? Ves estrellas tan claras que han estado muertas durante años, pero la idea simplemente vive». Segundos antes él mismo decía «Y si juras que no hay una verdad absoluta ni a quién le importe, ¿cómo es que lo dices como si tuvieses razón?». Bien, sabias palabras, también para la gente que no encuentra en Dios la salvación que necesita, ni en ninguna otra Religión, ni en la Nada más absoluta. Su única salvación está en la vida, vivir y, mientras le dejen, negarse a morir. Esta opinión es sobre Orígenes, pero está llena de dudas y ejemplos.
Porque Orígenes, la considerada mejor película en el último Festival de Sitges de 2014, reflexiona sobre la Muerte, la Ciencia, la Espiritualidad, la Reencarnación, las Señales, Etcétera, y lo hace todo en mayúsculas (hasta el etc.), bajo un halo de cine New Age indie, tan pseudo-intelectual como pseudo-romántico y perfecto para todo aquel que nunca haya meditado mucho sobre nada de lo que aquí el director y guionista Mike Cahill pretende plantear. El actor Michael Pitt es Ian Gray, nuestro protagonista, un doctorando de biología molecular que está obsesionado con fotografiar ojos humanos, porque, según afirma, cada persona tiene los suyos propios (y además no es lo mismo hacer fotos a las huellas dactilares. Se liga menos). En una aburrida fiesta de Halloween, Ian conoce a una chica de singulares ojos (lo único que vemos tras su disfraz) que, desde el momento en que desaparece furtiva e inesperadamente, le deja con la pequeña obsesión de encontrarla.
Gray, que es científico hasta las últimas consecuencias (por eso lleva gafas, de hecho las mismas que mi padre), se ha enamorado de Sofi, como averiguaremos que se llama más adelante, el personaje interpretado por la actriz Astrid Bergès-Frisbey, y es por ello que, siguiendo las señales de las 11:11, acaba por encontrarla y volver a verla. Ella huye de él, no sin antes darle un chicle; él le pone los cascos de su reproductor MP3, para que escuche al grupo musical The Dø, antes de que pueda escapar. Desde entonces, se vuelven inseparables. No sigo para no estropear algo que ya estropean los trailers —la trama—, pero si en un momento de Orígenes Michael Pitt comenta un pensamiento que le surgió en el último momento de su pasada relación, recordad que minutos antes él ya le había puesto hasta el anillo de boda en la mano… En fin, muy científico, pero ahí estabas pensando con tu pequeño Constantino Romero.
Más allá de sus escenas a cámara lenta, de su explícita pedantería o de sus no-tópicos típicos del cine independiente americano (como por ejemplo, el abuso de relaciones románticas que surgen de forma única, de conversaciones surrealistas, de un humor muy personal, pero siempre compenetrado y divertido, en el que no tienen cabida los amoríos normales), debo reconocer, a la hora de abordar mi opinión sobre esta cinta, que lo que más me interesa es el fondo de la misma. Con Orígenes he tenido la misma nauseabunda sensación que me causa la llamada a la puerta de mi casa de unos evangelistas, mormones o movimentarios, que vienen a mi hogar sin que yo los haya invitado y quieren mostrarme la luz sin que yo se la haya pedido y asumiendo que no disfruto con mi oscuridad. Es una cuestión de educación: yo no me meto con las creencias de la gente que sólo se acuerda de Dios para lo bueno (por ejemplo, darle gracias por haber salido con vida de una grave enfermedad) y no para lo malo (¿nos la contagió el demonio?), no se metan en las mías.
En cualquier caso, como en este mundo hay que posicionarse siempre para todo, diré que soy agnóstico (¡toma posicionamiento!) y que, a pesar de o gracias a ello, tengo un poco de los otros dos pensamientos. Por ejemplo, creo en el alma si, como dice Lisa Simpson parafraseando a Neruda, la risa es el lenguaje de ésta, pero pienso, ¿es el Alzheimer la muerte del alma, entonces? Es sólo un ejemplo, pero es que podría poner varios más. ¿Los animales no humanos no tienen alma? Cuando muera, ¿me reencontraré con todos mis seres queridos? Varios animales lo son ¿Incluye eso a mis exparejas? ¿Y cómo le sentará eso a mi actual pareja, una vez llegue al Cielo, o incluso antes de llegar si es muy celosa? Además, dependemos de según la creencia en la que nos basemos. ¿Nos ha confirmado ya Juan el Bautista que es la reencarnación de Elías? ¿Y si en realidad al morir nos reencarnamos, de qué me sirve a mí?, si yo lo que no quiero es olvidar esta vida actual, no tener otras de las que también me olvidaré, pero de las que, supuestamente, guardaré una memoria residual, aunque para mí inútil, ya que sólo tendrá valor para quien tenga la inmensa suerte de conocerme más de una vez. ¿Qué sentido tiene que de esta vida sí me esté acordando? Además, qué Cielo, si se supone que hasta el día del Apocalipsis todos estaremos muertos y entonces será cuando revivamos, y para hacer una buena limpia. Por último, por no extenderme más de lo aconsejable, ¿cuando Jesucristo dijo “Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque muera, vivirá, y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás”, hacía referencia a la creencia de que sí, existió y fue el primer hippie de la humanidad, o hay que creer en un sentido más espiritual? Nada me convence, así que, agradezco el interés, pero no me convenzan, que si no lo he conseguido yo mismo, no lo harán ustedes, se llamen Mike Cahill o Antonio María Rouco Varela.
¿Y por qué tengo la amarga sensación de que en Orígenes me están intentando convencer de algo? Sencillo, porque el director, en el contexto de un mundo real y actual, en el que la ciencia investiga y encuentra o no encuentra respuestas, y donde la religión llena esos vacíos o no con sus interpretaciones, emplea una táctica muy tramposa con la que intenta que ambas se den la mano: convertir algo imposible en algo empíricamente probable. Llega un momento en el que, o desarrolla el nuevo e interesante (por qué no decirlo, ¿verdad, Iker?) argumento, o la cosa se queda en una simple broma, y finalmente no lo desarrolla. Por poner un ejemplo, en Enter the Void (Gaspar Noé, 2009), todo tiene una lógica interna que no infecta negativamente al espectador (salvo que la película no le guste); vemos al protagonista, o mejor dicho, vemos su punto de vista, su desarrollo y desenlace. Enter the Void es coherente y honesta consigo misma y con el espectador, Orígenes no.
Por otra parte, el protagonista no es un hombre inteligente, es un hombre con estudios que encima nos hace creer durante la primera mitad de la película que es una persona llena de sentimientos, para de repente mostrarnos que no, que con un abrazo es todo pasado. Su novia no sabemos qué es, pero, aunque infantil e incapacitada para hablar abiertamente de cuestiones personales del pasado, tiene una obsesión con discutir con su pareja sobre si Dios existe o no, sobre temas espirituales y sobre todo lo relacionado con esto. Un ejemplo ficcionado de una de las muchas conversaciones que mantienen respecto al mismo tema durante la película:
-Ian: Soy científico, creo en las evidencias.
-Sofi: Pero a ver, que yo creo en Dios y soy muy espiritual. Hazte tú también, en Internet hay mazo de info al respecto.
-Ian: ¡Pero es que soy científico! Enséñame las tet…digo los ojos, que te haga unas fotos.
-Sofi: A ver si me vas a robar el alma, ladrón.
¡Pues mira qué evidencia! Espabilado. En suma, y ya más en serio, Orígenes está bien dirigida, a pesar de los ademanes ya comentados y de pecar de ser un poco previsible, pero la última revelación al final de la película es lo suficientemente emocional e inesperada como para elevarla al casi aprobado, pero porque mi alma está llena de bondad y aprecia las ideas y las buenas intenciones por encima de las malas, que de esas me encargo yo, el yo de ahora, el envase perecedero y caduco de mi inmortal alma.
Créditos finales (o P.D.): Críticos cinéfilos, sabios con conocimientos de todos los artes que a su vez componen el Cinematográfico. Si os dicen que Orígenes tiene una escena al final, en los créditos, no digáis “¡¿Como las de Marvel?! Jajaja”; demostráis no estar a la altura (qué menos que haber dicho “como Pixar, jiji”, “como Resacón en Las Vegas, jojojo”). Dejad claro que tenéis un background más allá de Samuel L. Jackson, no vayáis a quedar como unos simples modernos.