Lo peor que se le puede achacar a una película que adapta un libro cuyo título —Orgullo y prejuicio y zombis— es un riesgo en sí mismo para el gran público, es no ser más ambiciosa o más valiente. No tan osado por añadir la palabra ‘zombis’ (Zombies en la versión cinematográfica) como por convertir un clásico de la literatura en una historia de terror con tintes cómicos (después de todo, en lo que a zombies se refiere, estos hace ya tiempo que se han puesto de moda entre la masa, se les ha sacado casi todo el jugo y se les ha buscado cada ángulo en cada nuevo argumento, según el género, el medio de difusión e incluso la fecha de estreno). El autor de esta obra, Seth Grahame-Smith, es el mismo que escribió el libro Abraham Lincoln: Cazador de vampiros y que colaboró en su guion, pero en este caso ha dejado todo el jaleo en manos de Burr Steers, el realizador y artífice de films como Siempre a mi lado, 17 otra vez o Zac Efron es un chico muy guapo y sensible (espera: no, esta última no existe), y el tipo que aparece tumbado en un sofá en Pulp Fiction. Con estos datos, uno podría esperar un producto final de gran nivel o de una calidad ínfima, sin matices, y sin embargo nos encontramos con una cinta que parece tomarse demasiado en serio su fuente —la de Jane Austen— y apenas da protagonismo al tercer personaje del título: los muertos vivientes.
En serio, se echan de menos más zombies. No zombies que corran o que se alimenten de seres humanos frágiles y asustadizos, de esos no (salvo que se coman a los protagonistas y te hagan sentir impotente como espectador). La gracia de Orgullo + Prejuicio + Zombis está en redecorar un universo ya existente dándole algo que este no tenía (ya una vez lo hagas, que los crees a través de una enfermedad o como seres del inframundo me da lo mismo). A esto me refiero cuando digo que Burr Steers podría haber desarrollado un trabajo mucho más completo si se hubiera soltado la melena, que es lo que le piden sus personajes, tan encorsetados por sus trajes como por sus afiladas armas. Haber hecho un mejor y mayor uso de los zombies y sus adquiridas cualidades (uno de los puntos más interesantes y desaprovechados de Orgullo + Prejuicio + Zombis), tanto desde una perspectiva seria y terrorífica como desde una óptica cómica. Tiene aciertos, en este sentido, como alguna escena que, de tan corta, puede pasar desapercibida, pero en general la hora y media se pasa tan rápida como intrascendente y diáfana en la mente. No te exige nada, como espectador, salvo que aguantes en la butaca lo que dura sin aburrirte, así que no deberías pedirle nada como película, salvo que te entretenga hasta que salgas por la puerta de la sala del cine, que te llevará al final del mundo de verdad.
A pesar de todo, de la falta de riesgos, de los aciertos que tiene o de lo insignificante o trivial que pueda resultar a cada uno, el mayor defecto de Orgullo + Prejuicio + Zombis es haber convertido el cine maldito en cine convencional. Así sólo te da la sensación de no ir a ninguna parte, aunque el destino sea claro desde el principio y no sea más que eso, una historia que se basa en otra que ya muchos conocen. Lo mejor: los títulos de crédito iniciales, que resumen lo mejor de la historia con la voz del gran Charles Dance, y Lena Heady (por ser Lena Headey). Lo peor: el final (o la escena final con estampida de zombies entre humanos con cerebro), que no tiene sentido lo mires por donde lo mires, y cuya sorpresa, además de predecible, habría estado mucho mejor llevada si el personaje en cuestión se hubiese convertido en lugar de ser ya de antes. Un consejo: si no veis la escena de los créditos finales saldréis con un mejor sabor de boca del cine. Una pregunta: ¿Y qué pasa con el caballo?