Hay pocos conflictos internacionales que nos resulten tan cercanos e interesantes como el árabe-israelí; la mayoría de nosotros conoce o tiene una mínima idea de qué es la Franja de Gaza, Cisjordania o, en definitiva, a qué nos referimos al hablar de Territorios Palestinos e Israel, así como lo que significan términos como la Intifada o el sionismo, los cuales no nos resultan ya nuevos ni desconocidos. Pocos enfrentamientos políticos, territoriales y sociales han recibido tanta atención mediática (no siempre imparcial) como éste a lo largo de los años, siendo la última noticia tan sólo hace unos días cuando desaparecieron tres jóvenes israelíes —cuyos cadáveres fueron encontrados hace tres días cerca de Hebrón—, aunque es cierto que desde hacía tiempo se había perdido cierto interés en este sentido, en relación a otros conflictos armados, como el sirio (el cual ha empezado a desaparecer de igual forma en los últimos meses en favor de informaciones sobre cómo van a celebrar coronaciones, aforamientos y elecciones internas de partidos políticos).
El conflicto ha sido llevado al cine de diversas maneras y generalmente con bastante acierto formal y mucha polémica de fondo, a pesar de lo cual, es de los temas en los que, generalmente —y tal vez porque son producciones que cuentan con apoyo europeo en algunos casos—, se intenta mostrar el punto de vista de ambos lados del muro (construido por el Estado de Israel para enfrentase a la invasión zombie, según pudimos saber en Guerra Mundial Z) y no sólo uno de los dos. Ejemplos de esto los podemos encontrar ahora mismo en la cartelera con la reciente El hijo del otro, en la que dos chicos son intercambiados erróneamente al nacer, así el hijo de musulmanes va a parar a la familia israelí y el descendiente de judíos crece en la familia palestina, descubriéndose el error cuando son adolescentes.
Omar, la película, parte con la ventaja comentada al inicio y el neerlandés de origen palestino Hany Abu-Assad —director y guionista que ya sorprendió con la premiada Paradise Now— lo sabe: la mayor parte del público conoce el problema, está interesado en el asunto (no en vano en España somos uno de los países más antisemitas de Europa, según las últimas encuestas) y la mayoría del mundo tiene una opinión formada al respecto, lo que genera atractivo, distribución internacional y debate.
El film se mueve con soltura por terrenos ya pisados por otras cintas como El Odio (La Haine, 1995) y La Burbuja (Ha- Buah, 2006), mezcla sin complejos drama, romance, thriller y cine social, pero hace uso de un argumento previsible —aunque no carente de interés— como excusa para mostrar una realidad dirigida —no sin esfuerzo— desde la imparcialidad por Abu-Assad; en Omar nos muestran a personajes palestinos amantes del fútbol occidental (y Benzema), del cine estadounidense y de la venganza, a israelíes tan intransigentes, violentos y amorales como comprensivos y dispuestos a ayudarte si haces lo que ellos quieren de ti, muestran a un joven enfrentado a la traición, a un país traicionado y el reflejo de este espejo es en el que el espectador es obligado a pensar.
En cuanto a las actuaciones, los protagonistas están bastante comedidos en sus papeles, lo cual es de agradecer en este caso de rabia e ira contenidas, destacando la actuación del primerizo Adam Bakri (Omar), quien no sólo ha arriesgado su físico y se ha dejado la piel escalando el muro de Cisjordania por la película, y el carismático papel de Waleed F. Zuaiter, a.k.a. el hijo que saldría de juntar a Robin Williams después de jugar a la Wii con Ari Folman, el director de Vals con Bashir, una película israelí bastante recomendable y discutida. Por último, destacar la pequeña aparición del actor Yousef Sweid como interrogador de Israel, a quien muchos reconocerán por su participación en el piloto de Homeland, en Ha- Buah, donde interpretó a un homosexual palestino, en Agora o en la canadiense Inch’Allah.
Ante el actual desinterés de los medios informativos, siempre nos quedará el cine, desde donde se ha contado un problema social que perdura sin solucionarse más de 50 años y casi 100 si nos ponemos rigurosos. No comento más sobre el argumento para no adelantar posibles acontecimientos de los que indica la sinopsis.