Okko, el hostal y sus fantasmas es uno de los dos proyectos desarrollados paralelamente (el que nos ocupa y una serie de televisión de episodios cortos), adaptando las novelas infantiles del mismo nombre, sobre una niña que llega al hostal de su familia tras perder a sus padres en un accidente de coche. Dirigida por Kitarô Kôsaka, colaborador habitual de Studio Ghibli y Madhouse, es además su primer largometraje como director, aunque su amplia experiencia en el medio como animador, además de sus trabajos anteriores dirigiendo los dos mediometrajes de Nasu, compensan más que de sobra su poca costumbre con el formato.
La que nos ocupa por tanto es una cinta cuyo eje central está en la muerte, como punto de partida, y trata explícitamente el dolor de la pérdida y la superación. Pero creo que sería un error decir que va únicamente de eso, y el arco emocional de Okko ocupa más aspectos. Es también una historia de crecimiento, sobre la adaptación a un nuevo entorno y a una nueva situación personal, que enraiza en valores familiares y en una puesta en valor del esfuerzo y la voluntad. Pero aparte de todo esto es una película lenta, observadora, que se encanta y se desvía y que no necesariamente pretende avanzar en una dirección en cada escena, y que pretende más bien captar las complejidades de un estado emocional pasajero.
Que lo logre, más o menos bien, es otra cuestión. Personalmente veo a Okko, el hostal y sus fantasmas como una versión digna de un tipo de narración que suele gustarme e interesarme mucho, pero no como una de sus mejores. La comparación con los filmes de Ghibli es inevitable, en particular en su rama más costumbrista; también con otras obras centradas en la infancia y que también tratan la pérdida, como la excelente Mai Mai Miracle de Sunao Katabuchi; y en general con el subgénero del ‹iyashikei›, con el que comparte ritmo y enfoque estético. Frente a referentes como éstos, la película que nos ocupa es… cumplidora y olvidable. No molesta en absoluto, se ve con mucho agrado, pero no logra calar a un nivel más profundo, y sobre todo no consigue captar lo que hace tan especiales a las obras más notables de su género.
En gran parte el problema de esta cinta es lo irregular que es el perfilado de los personajes. Siguiendo en varios casos clichés bastante vistos (un punto y aparte es Matsuki y sus constantes y fallidos toques cómicos), no carece de momentos de extrema lucidez, como por ejemplo la catarsis final o todas las escenas del viaje a la ciudad, desde el montaje musical en el supermercado hasta la muy intensa secuencia del ataque de ansiedad que sufre Okko. El problema es que son eso, momentos, en una película que ocupa demasiado tiempo en, por ejemplo, secuencias cómicas con los fantasmas que ve la protagonista y que no funcionan del todo bien, o que en los momentos emotivos a veces se siente a medio camino entre eficaz e insegura y torpe.
Puede que lo que más me frustre es que lo que veo me resulta muy atractivo a nivel conceptual, y me gusta en especial la forma en la que está reflejado el duelo en su protagonista, como algo que permanece de fondo, como si aún no se hubiese bajado de la nube o asimilado lo que ocurrió, pero que sin darse cuenta le afecta y le hace daño. En ese sentido, sí me gusta y bastante cómo, en cierto modo, deja de lado la muerte de sus padres como motivación emocional y la convierte en un factor que nunca deja de estar ahí aunque no se perciba de frente. Y como digo es algo que me frustra porque esa idea de la muerte y la pérdida como algo latente me parecen muy interesantes y particularmente desde un punto de vista infantil, pero en cierto modo siento que la obra no está haciendo el esfuerzo suficiente para consolidar esa sensación más allá de momentos de empatía puntuales.
A nivel de puesta en escena, por otro lado, es prácticamente irreprochable. Un dibujo con diseños amables sin dejar de tener una cierta personalidad, un notable uso del color y una animación y composición eficientes conforman una buena factura visual, acompañada de una banda sonora agradable y con piezas bien adaptadas a cada momento. Sí hay un par de momentos en los que su énfasis estético peca de exceso y de brusquedad, pero en general es un enfoque adecuado a la narrativa más bien tranquila por lo general que se propone.
En general, debo decir que Okko, el hostal y sus fantasmas me gusta y me parece agradable, y la recomendaría sin duda. Como cuento sobre la infancia y la pérdida, y como reflejo y artefacto de su cultura y la forma de enfrentarse a ciertos temas, ambas perspectivas lo suficientemente interesantes y por las que merece la pena ver esta cinta, pese a que no estén reflejadas aquí de una forma particularmente lúcida o que merezca la pena recordar más allá de un visionado amable e inocuo con pequeños picos notables de calidad.