No cabe duda que Haut Les Filles es uno de esos documentales agradables de ver. El debutante François Amanet, parece tener claro que, dada la temática y duración de la cinta, lo mejor es imbuir de espíritu rock and roll al metraje a base de velocidad, rebeldía y, por qué no decirlo, algo de anarquía temática en busca de un ritmo que, a decir verdad, consigue atrapar el interés por lo narrado.
Cierto es que a nivel estructural no estamos ante ningún prodigio de originalidad. El repaso histórico a base de voz en off e imágenes de archivo se combina con las habituales entrevistas, o mejor, apuntes y opiniones de algunas de las protagonistas a modo de matiz desde la vivencia personal. Un sistema que busca puntualizar el corpus central ideológico a través de una pluralidad de puntos de vista.
Pero ¿cuál es exactamente el objeto del documental? La respuesta es tan sencilla como problemática. De forma concisa podríamos hablar de un trabajo de exploración que pretende realizar una historia sobre el rock n’ roll femenino francés. Su evolución tanto estilística, en actitudes, vestuario, etc corriendo en paralelo al marco histórico. Sin embargo, aunque dicha relación está más que justificada, el film abandona por momentos estos preceptos y propone lo que sería un (casi) manifiesto feminista analizando el papel de la mujer ya no solo en la escena musical sino en el marco social global.
Resulta evidente que si la música ha podido históricamente ejercer un papel transformador y reivindicativo, aún lo es más desde un género, el rock, que parecía coto privado para actitudes más circunscritas al género masculino. Está bien, pues, presentar a la mujer como doblemente rompedora, pero da la sensación que Amanet, en su afán por expresar sus intereses tanto musicales como ideológicos, acaba por perder el foco narrativo de su documental.
Por momentos nos encontramos ante un film que resulta contradictorio en cuanto a objetivos y sensaciones. Si por un lado resulta enormemente disfrutable, por otro uno acaba por no saber exactamente hacia dónde se dirige o qué es lo que pretende, por lo que la atención hacia él se difumina entre digresiones, reiteraciones discursivas e imágenes de conciertos que, más que dar contexto, parecen simples glosas publicitarias a la entrevistada de turno.
Aun así, es innegable que Oh les filles!, aunque sea por motivos como la excelente selección musical o la avalancha de nostalgia que puede llegar a despertar (motivos, por cierto que se alejan de su intencionalidad primera), es un documental sino brillante sí vibrante. Desprende el espíritu rabioso y rebelde del rock amén de explayarse en su adoración casi totémica hacia las mujeres que retrata, elevándolas a símbolos guerrilleros, a mitos generacionales. Cierto es que le falta consistencia y coherencia narrativa o, por el contrario, despojarse de cualquier atisbo subtextual que lo hiciera disfrutar como un mero concierto sin adornos. Aun así estamos ante una ópera prima que es una auténtica descarga de adrenalina político-musical concentrada, o sea, todo lo que debería ser un hit como dios manda del rock and roll.