Isaac y Em no encuentran su lugar en el mundo. Son jóvenes y lozanos por fuera, pero sufren en silencio por dentro. Sus respectivas familias, lejos de ser un refugio en el que sobrellevar las penas, son la génesis de su comportamiento actual. Em observa cómo sus padres la dan por perdida al tiempo que idolatran a su hermana pequeña, una precoz cantante que también cuenta con el favor de la propia Em. Por su parte, Isaac vive con su padre, poco mayor que él en apariencia y en actitud, ya que salen de fiesta juntos y comparten hogar para recibir a sus ligues femeninos. Precisamente en un escarceo amoroso nada típico será donde Isaac y Em crucen y unan sus destinos como jóvenes desdichados a través de un plan que pinta bastante loco: acudir a una lejana localidad para que Em pueda robar un instrumento musical como regalo para su hermana.
Odödliga (conocida internacionalmente como Immortal o Eternal Summer) es la crónica de un improvisado viaje por carretera que dos extraños acometen para cambiar el sentido de sus mediocres vidas. Ello no solo implica dejar todo atrás sin avisar a las personas de su entorno, sino también realizar ciertas cosas que, según asegura la propia Em, todos deberíamos hacer al menos una vez antes de morir. Por ejemplo, atracar una gasolinera. La mezcla entre road movie, criminalidad, juventud y espontaneidad (a través del piedra-papel-tijera resuelven quién debe encargarse de las tareas menos agradables) recuerda a películas como Quiéreme si te atreves y Malas tierras, pero con espíritu propio como para esquivar comparaciones más clarividentes.
Andreas Öhman, director y guionista de esta producción sueca, se empeña constantemente en dotar a Odödliga de imprevisibilidad. Solo algunas de las situaciones que acaecen en el film se pueden anticipar y, de hecho, son casi inevitables en un film como este. Pero en no pocas ocasiones, véase el curioso desenlace (que a un servidor le sorprendió y gustó aunque se ponga en riesgo la verosimilitud de la obra), Öhman da una vuelta de tuerca a aquello que nos esperamos que va a suceder. En general, la película está narrada con desparpajo en las formas y cercanía a la hora de retratar a la pareja protagonista, circunstancias que consiguen perpetuar el interés por lo que les pueda suceder a Isaac y Em en su periplo por carretera.
El cineasta define claramente los límites de su película al no sobreponer la relación de la pareja protagonista respecto al propio devenir de la obra. Odödliga nunca deja de avanzar en su relato como Isaac y Em no cesan de moverse por carretera, sin necesidad de acudir a recursos fáciles que perviertan el sentido principal del film. De esta manera, el ritmo narrativo se sitúa allá donde uno espera que lo haga, con algunas escenas que se pueden recrear más en la sensación de desahogo y libertad pero sin pasarse de contemplativas. Tampoco se explota en demasía el núcleo central de la trama como es el romance de la pareja, dejándonos claro que estamos ante una relación poco o nada tradicional.
Este manejo del tempo cinematográfico se sigue notando incluso cuando la película vira hacia un registro más de suspense. Öhman no pone en práctica nada especial para remarcar el nuevo panorama que se abre ante el dúo protagonista, sino que prosigue tratando la narración exactamente como lo que es: una consecuencia inmediata y esperada de lo que habíamos visto con anterioridad. La cohesión que en todo momento mantiene el film y la empatía que consigue despertar hacia el carácter de los protagonistas (pese a su escasa cabeza en varios momentos) son dos de los principales baluartes exhibidos por Odödliga para dotar de una buena impresión a su conjunto final.