Cuando te hablan del cine de Hirokazu Kore-eda, para aquellos a los que les suene este cineasta, sonará en un ligero silbido el tema relacionado con la familia. Como bien podemos encontrar en su anterior trabajo De tal padre, tal hijo, donde el drama familiar en mayúsculas es latente, asistimos a otro filme de índole similar en cuanto a contenido pero no en forma. San Sebastián acoge Nuestra hermana pequeña, basada en el manga Umimachi Diary de Akimi Yoshida, la historia de tres hermanas que tras la muerte de su progenitor, al cual llevan años sin ver, conocerán a la hija de éste nacida de su último matrimonio.
Argumentos aparte, la historia es un paseo minimalista por Kamakura, ciudad representativa para el dibujante de manga creador de la historia, sobre el intento de normalizar el estatus personal y familiar después de haber tenido una vida dramática. El abandono del que hablan las tres protagonistas por parte de su padre crea un lazo sólido que nos hace intuir lo que pasaron antaño. Aun así, la familia biológica por suerte o por desgracia no se puede elegir, y la sangre lleva a que las tres hermanas acudan al funeral de su difunto padre. El acercamiento frío, y no por la frialdad que caracteriza a nuestros lejanos amigos los nipones, se convertirá en un intento de normalizar la vida de la pequeña Suzu, invitándola a unirse a ellas y así recuperar el tiempo perdido. Con ello, las tres hermanas conseguirán crecer en el rol de hermana-madre y madurar sin que, ni siquiera el espectador, se den cuenta.
Acciones tan simples como desayunar o pasear por el bosque se convertirán en una aventura para la joven, no obstante, para el espectador simplemente serán situaciones cotidianas que componen las dos horas de metraje. A simple vista Nuestra hermana pequeña resulta algo insulsa, simple, en la que nada reseñable se representa. Sin embargo, como buen japonés, Kore-eda es minimalista y sencillo, sin entrar en un drama gratuito, donde las presuposiciones son el mayor aliciente. El realizador encuadra los papeles protagonistas en tres actrices brillantes, cada una con un rol definido y marcado, una serie de personajes que priman sobre el argumento. Y la pequeña Suzu no se queda atrás, pues fue la única que no siguió el guion y obedecía las órdenes del director sobre la marcha, permitiendo una naturalidad y jovialidad propia de alguien de su edad.
La película goza de una imagen propia de Kore-eda, de una belleza sin igual y de delicadeza extrema, recordatorio que muchos occidentales le transmiten acerca de la semejanza con uno de los grandes cineastas del siglo XX, Yasujiro Ozu.
Nuestra hermana pequeña no es ni de lejos el mejor trabajo de Hirokazu Kore-eda, sin embargo es un regalo para la vista y para aquellos que quieran reflexionar sobre el cine, huyendo del drama sensiblero de lágrima fácil. Juega con el pasado en el mismo presente de manera que la intuición permitirá al espectador hacerse eco de que cada individuo busca la estabilidad y la normalidad tras un período de duelo personal y solitario que ansía del apoyo y acercamiento familiar.