En una de las mejores escenas de Nos batailles, el protagonista del film, Olivier, le pide a su hermana que se quede con él y sus hijos unos días más. Lo que empieza como una petición desde el corazón, desde alguien desesperado por una vida que le supera, acaba con una discusión en la que se muestran dos tiempos diferentes, dos precariedades distintas: la de antes y después de la crisis. Por un lado Olivier, padre de familia monoparental con un trabajo duro aunque estable, y por otro su hermana Betty (Laetitia Dosch), aspirante a actriz, con un trabajo interesante pero sin sueldo.
Presentada en la Semana de la Crítica del pasado Festival de Cannes, Nos batailles confirma al belga Guillaume Senez como un gran director de actores, muy especialmente con niños y adolescentes. Si en Keeper, su ópera prima, los protagonistas eran dos jóvenes de 15 años, en su segunda película Senez logra sacar lo mejor de dos niños aún más pequeños. Tanto Basile Grunberger como Lena Girard Boss son capaces de conmover como cualquier otro actor. Romain Duris, quien interpreta al padre, está también fantástico en su papel de héroe de la clase obrera superado por las circunstancias, con una interpretación llena de matices pese a desprender naturalidad.
Más que como cine social, Nos batailles funciona mejor como un drama familiar, en el que las escenas íntimas brillan por su realismo y por su capacidad de decir mucho con muy poco. Es notable cómo filma Senez la ausencia, primero rodando algunas escenas con la madre y después repitiendo esas mismas escenas sin ella para observar la diferencia.
Aunque el film consigue captar la atmósfera emocional que provoca la precariedad laboral y cómo afectan las condiciones económicas a la vida personal y familiar, los conflictos sociales de los que habla son simplemente bocetos. Senez utiliza el lápiz en lugar del bisturí, prefiriendo centrarse en el drama personal de Olivier y su familia que en analizar las causas de las condiciones laborales en la empresa donde trabaja. Pese que algunas situaciones, así como la forma de filmar, recuerdan a cierto cine social europeo de los 90, los mejores referentes del film hay que buscarlos en otro lugar, como en la intimidad de películas como Todo está perdonado (Tout est pardonné, Mia Hansen-Løve) o Verano 1993 (Estiu 1993, Carla Simón).
Como el silencio temporal de la niña Rose a mediados de la película, Nos batailles es también una obra sobre la incapacidad de comunicarse, sobre los silencios. Silencios de la madre, que se va sin saber explicar por qué, silencio de Olivier, cuyo orgullo le impide hablar de cómo se siente con sus hijos, o el silencio del plano final, con ese «Te esperamos» escrito en la pared mientras la familia se muda a otra ciudad. También es una película sobre la pérdida, sobre ese espacio que queda cuando alguien se va, totalmente visible pese a estar vacío.