Tras su anterior 9 meses, el cineasta belga Guillaume Senez se enfrenta a su segundo largometraje, Nos batailles, en la que reincide de nuevo en el drama familiar y más concretamente en la paternidad. Si en su anterior cinta nos presentaba la situación de dos adolescentes que se disponían a experimentar la situación de ser padres y las convergencias paralelas que ello acarreaba a su círculo más próximo, aquí Senez nos relata la historia de Olivier, un trabajador modelo que ve como su estabilidad familiar se desmorona cuando de manera abrupta su mujer decida abandonar el hogar conyugal quedándose él solo al cargo de los dos hijos fruto del matrimonio. Con este punto de partida el cineasta establece algunos tropos de estilo compartidos con su anterior obra, relativos al acercamiento incisivo en el grupo de personas que conforman el drama añadiendo aquí una diatriba de trasfondo que añade más valores a la historia: Olivier y su situación laboral, tan aparentemente estable como voluble en espíritu, ya que en este campo se nos introduce un alegato descriptivo de la precariedad laboral del momento.
Es curioso el cómo Senez revierta la propia naturalidad de su premisa, con una desaparición inexplicable, quizá algo más anexo al thriller, por un drama que gana solidez a medida que el tratamiento de personaje se vuelve tan cercano como complejo, en especial en la figura del protagonista; Olivier, que al mismo tiempo que se convierte en un cabeza de familia forzoso (y que es ayudado por muchas de las mujeres que pueblan su cotidianidad, dejando de lado las posibles acusaciones que se pudieran verter sobre la figura femenina), al que se le presentan diversas encrucijadas y conflictos cuando tenga que responder ante algunos de los despidos injustos que bordean su trabajo. El momento en el que comunica su rechazo a un ascenso, el cual le obstruiría su sindicalismo inherente, es una escena que define a la perfección a este personaje sobre el que recae el sentido del título de la película: Nos batailles, o traducido literalmente «nuestras luchas», es un epíteto que hace una mención directa a la convergencia de las batallas diarias en las que un personaje de sutil conflictividad interna lucha por sobrellevar los duros fauces del día a día. Retratado el drama de forma muy sólida, y con una completísima interpretación de Romain Duris en un personaje del que se irán desenvolviendo sus capas, Senez logra además un buen equilibrio entre los dos contextos en los que pretende involucrar al personaje, estableciendo además una propensión a la colisión emocional que se retroalimenta entre el hogar y el trabajo.
Nos batailles presenta además un envoltorio de melodrama que gana enteros en las escenas familiares. Estas, rodadas con curioso tratado lumínico y una especial cercanía del diálogo bajo el cercado enclave de su puesta en escena, es donde el cineasta belga mueve el drama por una naturalidad que se apropia del principal motor narrativo de la historia: la propia evolución personal de Olivier. No hay grandes pretensiones en la propia desdicha que se dibuja, ni ampulosas querencias por trascender más allá de lo expuesto en pantalla, ya que la película se asimila a sí misma como una obra pequeña pero que guarda en su interior la herramienta maestra para representar situaciones y lugares comunes de gente corriente. Enclave perfecto para situar a Olivier como una persona afable y noble, con una lucha constante debida a una serie de derrotas que conllevarán las consecuentes contiendas intrapersonales. Es en su minimalismo escénico donde Senez logra el impacto emocional, ayudado por la inmediata empatía que se siente por este hilo conductor perfectamente equilibrado.
Una película rodada con mimo hacia los más normalizados sentimientos, abarcando dos campos de acción que son tan familiares como vórtices propensos a la lucha interna, familia y trabajo; estos hacen que su premisa inicial venga asimilada como una mera excusa para hacer una especie de estudio sociológico bien milimetrado, escénicamente retratado en dos focos problemáticos anexos y conocidos para la más llana clase media. Nos batailles cobija su artillería en su más que premeditada formalidad narrativa, que logra un vehemente impacto emocional en los tan familiares contextos a los que dedica un estudio alarmantemente realista.