La tensión que produce estar viendo momentos decisivos de un partido de fútbol, como los minutos finales de uno decisivo o una tanda de penaltis, es conocida por todo aquel seguidor de este deporte. Pero si se trata de un Mundial del que tu país es anfitrión y además se está jugando el pase a la final por penaltis, este sentimiento arropa también a gente que pocas veces se ha acercado al balompié. Es lo que le sucede a un nutrido grupo de romanos que en una terraza observan la eliminación de su selección a manos de la Argentina de Maradona. En esos momentos tan decisivos, ni se habían dado cuenta de que un coche se precipitó desde un puente hacia las profundidades del río Tíber. A bordo, como se conocerá minutos más tarde, iba uno de los productores de cine más reputados del país. En el bolsillo de su chaqueta, la clave que quizá permita descifrar el misterio: una foto en la que aparece con su sufrida amante y junto a varios jóvenes desconocidos.
Al italiano Paolo Virzì le conocemos como un cineasta capaz de ponerse al mando de proyectos de cierto toque extravagante. El capital humano, quizá su película más conocida, ya poseía una combinación de drama, comedia y negrura que, aderezada con el retrato de personajes nada comunes, generaba una película tan singular que era difícil pasar por alto. Una dosis más fuerte de este producto la recibimos en Locas de alegría, similar tanto en su perfil cinematográfico como en el interesante resultado que arrojaba. Los respectivos coguionistas de estas obras se unieron y junto a Virzì firman el guion de Noches mágicas, cuyas secuencias iniciales reflejan a la perfección el espíritu de los comentados films. Parece, pues, que podemos estar ante un título igual de atractivo.
Noches mágicas se cimenta sobre un gigantesco ‹flashback› en el que se intenta descifrar, desde un mes antes de la noche de autos, cuál es la relación entre el fallecido productor y los tres jóvenes que le acompañaban en la fotografía, amén de las causas del supuesto homicidio de aquel. La cinta abandona el plató de rodaje para penetrar en el ambiente que definía la sociedad cinematográfica italiana de comienzos de los 90. Un mundillo en el que los veteranos del séptimo arte pelean por cualquier cosa y recelan de todo aquello que huela a joven. Contemplamos este panorama desde la óptica de nuestros tres protagonistas, quienes, por cierto, no resultan nada convencionales: un siciliano sensible y cerebrito, un toscano libertino y una romana con serios problemas de autoestima. Los tres finalistas del prestigioso premio Solinas conviven durante un mes en la capital italiana, tiempo en el que conocen a los originales personajes que poblaban la escena cinematográfica por aquel entonces mientras ellos mismos tratan de dar sentido a su existencia.
El vertiginoso ritmo que sigue Noches mágicas en su inicio y el inevitable atractivo que despierta contemplar las personalidades excéntricas que van apareciendo en pantalla hacen que Virzì consiga perfilar su obra de una manera notable. El film nunca cae del lado de la parodia ni tampoco cruza la divisoria con lo dramático, sino que se mantiene en un terreno intermedio que ya debe ser marca de la casa. Donde sí se desequilibra la balanza es a la hora de manejar los registros temporales, ya que hacia la mitad de la película esta parece encallarse y no consigue avanzar, perdida probablemente en la gran cantidad de personajes y subtramas con la que su director había ido aderezando su obra. Esta bulimia argumental termina por desatrancarse y el culmen de la obra arroja un aroma deliciosamente esperado, aunque sin eliminar cierto grado de acidez. En cualquier caso, Noches mágicas es un producto 100% Virzì y eso ya parece un sello suficiente como para atreverse a degustarlo.