Night in Paradise es, por así decirlo, una vuelta a la crudeza del thriller de venganzas coreano y no precisamente por su contenido (del que ya hablaremos más tarde) sino por su voluntad de despojarse del artificio del que hacían gala estas producciones. De algún modo la venganza en el cine coreano ha acabado por formar un subgénero, por así decirlo, nacional. Tanto es así, que en la búsqueda de seguir llegando al público entró en una espiral en la que era necesario buscar golpes de efecto cada vez más grandes, ya sea a través de giros sorpresivos (y tramposos a más no poder) de guion o bien a través de un aparato formal cada vez más aparatoso donde la filigrana estética o el requiebro de cámara parecían importar más que la coherencia o la fluidez narrativa.
Park Hoon-jung, por el contrario, opta por desandar este barroquismo y empaca un filme de corte más clásico que se ampara, principalmente, en la potencia de sus imágenes junto a una narración lineal y una trama sencilla y directa que conforman la estructura principal de la película. La clave, sin embargo, está en cómo se transmite todo ello. Amparándose en una dualidad entre el reposo, la reflexión y el atisbo de romance junto a explosiones de violencia salvaje, asistimos a un despliegue de sucesos donde la belleza paisajística, la ética personal y un cierto ‹fatum› acaban por derivar en el único destino posible que no es otro que la sangre y la muerte reflejadas con la misma elegancia y el mismo lujo de detalles que sus descripciones paisajísticas.
De algún modo estamos ante la recuperación de un estilo que la emparenta con, por ejemplo, A Bittersweet Life de Kim Jee-woon (y por tanto con ciertos aires a Melville) y que en consecuencia juega en la liga de la elegancia como motor estético y con la introspección de sus protagonistas como claves del dibujo que justificará sus acciones. Sí, hay espacio en Night in Paradise para conocer a sus protagonistas, alejándolos del cliché mafioso violento, sin que pierdan, por supuesto, todo aquello que les hace ser lo que son y por tanto hacer lo que hacen. Pero no hay que llevarse a engaño, nada de esto es óbice para entrar en terrenos elípticos o escurrir la violencia en fueras de campo pacatos. Esto es un thriller planteado en base a la causalidad y, por tanto, no hay sutilezas en mostrar las consecuencias de una vida consagrada al crimen mafioso.
No falta la acción desbocada, las peleas, la sangre, los cuchillos, hachas, pistolas, torturas y sangre a raudales. Pero por cruda que sea su exposición no encontramos nada excesivo en su despliegue explícito sino más bien algo necesario que, reflejado de una manera más sutil, podría resultar incluso tramposo y timorato. Night in Paradise es, pues, un trabajo bien planificado que se preocupa en todo momento del detalle, del dibujo psicológico de sus personajes y que consigue mezclar correctamente su dualidad tonal sin perder de vista que, al fin y al cabo, no es un drama disfrazado de thriller sino una película de género puro y duro que necesita ofrecer satisfacciones a su público. Lo destacable es que lo consigue explorando otras vías, sin buscar el camino fácil y siendo más compleja en profundidad que lo que su superficie parece indicar.