No Mires Ahí es uno de esos cortometrajes que parece abordar un paseo por los recovecos más clasicistas del género de terror sin mayor ambición que la de embellecerlos bajo el fin del potente acabado formal. Su historia se centra desarrollando un estilo anclado en el terror psicológico, requiriendo de una de esas premisas invocadas eternamente; la conexión de la realidad con el más allá bajo la inocencia de una niña que recientemente ha perdido a su padre, pero que parece seguir en contacto con él. Cuando al entorno familiar regrese de visita la hermana de la infanta, el comportamiento extraño de la pequeña creará alguna que otra situación incómoda en el hogar.
El cortometraje está dirigido por Daniel Romero, quien atesora una nutrida experiencia en el medio. Aquí plantea un prototipo de «ghost story» que recorre algunos de los parajes más habituales del género, bajo los que clásicos del largometraje ya habían dramatizado este tipo de historias. Destaca ampliamente en el logro de una imperante atmósfera, de perenne oscuridad y cierta claustrofobia, ocasionada por un trabajo fotográfico realmente espectacular para el medio (la arquitectura de los interiores, así como la recreación rural en la escena exterior principal del film en un bosque tienen un acabado visual muy potente), algo que embellece las maneras repetitivas de su narración. Que la obra sea una recreación, presumiblemente auto-confesa y referencial de algunos de los clichés más habituales del género es quizá lo que juegue en su contra, aunque la narración se favorece de un poso clasicista de admirable resultado.
Aunque su evolución sea previsible, algo que a cualquier espectador afín al género le impida la sorpresa, la recreación escénica que se plantea tiene un notorio trabajo tras de sí que provoca un tono en el metraje muy interesante. Así se pueden destacar la secuencia con espejo de por medio (recurso, por otra parte, siempre invocado en films de esta índole), el momento de huida por el previamente mencionado bosque y una sabia utilización de los efectos sonoros como ejemplos de la eficacia narrativa, que a pesar de carecer de innovación o frescura en su etiqueta de “horror movie” al menos se plantean con una profesionalidad de base.
En el plantel interpretativo encontramos otro gran acierto de la obra. Unos actores comedidos y que parecen afrontar de manera efectiva el cariz dramático de la propuesta bajo el cual se desarrolla la evolución de la presencia sobrenatural. Una manera esta, como ya hemos reincidido, vista en multitud de ocasiones, pero que aquí parece expuesta no con mayor pretensión que la de admirar al terror como género, dimensión donde el cortometraje adquiere cierta validez a pesar de no arriesgar en ninguno de los lugares comunes que recorre.