Nénette et Boni se inicia con un plano cenital de Antoinette (Alice Houri), flotando en una piscina con los ojos cerrados, como si intentara conectar, mediante una experiencia sensorial, con el hijo que carga en su interior. Más tarde en la película, la joven se intentará suicidar en una bañera, algo que no conseguirá gracias a (o por culpa de) su hermano Boni (Grégoire Coulin). Es interesante observar la similitud entre los dos momentos, pese a que el primero nos transporte a un estado previo al nacimiento y el segundo a uno de (casi) muerte.
La cuarta película de Claire Denis, ocho años después de irrumpir con fuerza con Chocolat (1988), empieza a consolidar algunos de los rasgos más característicos de la directora francesa. Por una parte, su tendencia a escribir personajes de gran vida interior y algo apartados del foco social, que construyen comunidades a parte de la familia carnal. Por otra, la especial atención a la comunicación no verbal, mediante gestos, caricias o miradas.
Nenette et Boni parece una obra delicada, con una estupenda y reposada banda sonora de la banda británica Tindersticks. Sin embargo, como pasa también con los adolescentes que protagonizan el propio film, encontramos en el interior la pura pasión a punto de estallar; el deseo, la ira, la esperanza o la melancolía.
La cámara de Claire Denis atrapa a los jóvenes en sus momentos íntimos, en el deseo carnal de Boni hacia la panadera de su barrio, en la desesperanza de Nénette ante su embarazo. Sabe captar también la libertad del que no tiene nada que perder y nada en el futuro, pero también el trauma de una familia perdida. La directora opta por planos cerrados del rostro de los protagonistas, por un montaje que privilegia la fragmentación y unos movimientos de cámara que buscan hacer sentir antes que pensar, tocar antes que ver. Especialmente significativos son los insertos musicales entre la panadera (Valeria Bruni-Tedeschi) y su novio (Vincent Gallo), prácticamente ensayos visuales sobre el deseo y el placer.
Nénette et Boni es la historia de dos hermanos con una relación de amor-odio, tan normal entre dos adolescentes. En apariencia no es más que una historia urbana de jóvenes marginales, de adolescentes forzados a madurar demasiado temprano. Pero vivir al margen no impide que en esa atmósfera surja la tragedia de la dependencia, de la sumisión patriarcal. Nénette, melancólica pero valiente, toma sus propias decisiones pese a su edad: ir a vivir a casa de su madre aunque su hermano la rechace, intentar suicidarse y finalmente dar al hijo en adopción. Decisiones en las que interviene finalmente su hermano, dejándola vivir con ella pero no permitiéndole ni matarse ni dar al niño, en actos que si bien vienen disfrazados de amor fraternal, no son más que pura dominación.