El fin del mundo de los humanos según Australia: esta es una de las mejores bazas para el director Kiah Roache-Turner que nos lleva de nuevo por el camino de la nostalgia y el espectáculo tras su celebrada Wyrmwood (al menos así es para los fans de la serie B), que ahora se fija en espectros, fantasmas, demonios y defensores de la luz en su nuevo trabajo, Nekrotronic.
Si vamos con la sinceridad por delante, y por mucho que me cueste admitir esto de las comparativas, Nekrotronic bebe directamente de los ochenta y su grandeza en cuanto a diversión y sci-fi para niños y adolescentes. Estos muchachitos y muchachitas inquietos han crecido, y no van a decir que no a una película que les recuerde a Los cazafantasmas y a Tron, Esto es así y nadie va a remediarlo. El punto a favor es que no llega a manipular su lenguaje para adaptarse (demasiado) a la actualidad como las múltiples revisiones de las franquicias de estos films, haciendo de Nekrotronic un mix perfecto para recuperar algo de esa ilusión que tantos otros directores que también crecieron viendo lo mismo, están rescatando para una mayoría.
Con unos referentes más que claros, la película busca su lugar en el mundo, y lo hace a través de una especie de Matrix en el que los demonios se apoderan de las almas ajenas vía internet. En el otro lado están aquellos que nacen con un vitalidad única e intrasferible que les permite frenar los oscuros planes del mal. En un juego donde el bien y el mal per se no existe, ya que todos están dispuestos a destruir, nos centramos en una puesta en escena amante de los efectos especiales y las explosiones virales donde aprovecharse de ese mundo virtual para desplegar las alas.
Olvidándonos de cualquier sátira social que se pudiese agarrar cual garrapata a sus implicaciones, Nekrotronic vive entre el humor ‹aussie› (vale, un poco forzado) y la acción para convertir a un tipo triste cualquiera en un fuera de serie que tiene en su mano el poder (y en su cuerpo el modelito) para salvar el mundo. Además la mala malísima tiene la planta, los rasgos y el saber estar de Monica Bellucci, y eso da puntos a cualquier película; y todo esto a pesar de que ha perdido la movilidad de sus facciones por el camino de la belleza eterna, que a su vez le da sentido al personaje, ya que busca realmente la eternidad a través de sus demoníacas intenciones.
Nos incentiva en todo momento la emoción fervorosa de un montón de efectos visuales que entremezclan el ayer (con todo ese referencialismo exhaustivo del cine ochentero) y el ahora con sus heroínas inclusivas y todo el embrollo de internet y sus poderosas expectativas. Así, Nekrotronic tiene de todo para todos los que se acerquen a verla, buscando entre lo efímero y lo satisfactorio, un fogonazo de puro entretenimiento sin altas miras, aunque se atisbe cierta ambición en su puesta en escena, y un carisma para su protagonista que le convierte en un irremediable íntimo amigo de quien lo vea. Es un hecho: Nekrotronic es miel para los nostálgicos, una horda maldita de cinéfilos dispuestos a fagocitar lo que les pongan por delante, con la particularidad de ser un homenaje tremendamente digno.