Que en el mundo hay infinidad de culturas se sabe a leguas, sin embargo hay que estar en la piel y en el lugar preciso para comprender y vivir las diferencias que nos separan unos de otros. Países como Irán quedan lejanos a nuestra comprensión y entendimiento, no obstante el cine que proviene de oriente es una enseñanza que enriquece nuestro intelecto, haciéndonos partícipes de un viaje cómodo sentados en la butaca de la sala.
De esta forma nos conduce la directora novel Ida Panahandeh a una ópera prima repleta de sentimentalismo y profesionalidad. Nahid es una mujer iraní que vive entre dos mundos, obligada a sacrificar su vida de divorciada, algo no bien visto en su entorno, para estar junto a su hijo y dotarle de un futuro digno. Con una economía precaria (es incapaz de reunir dinero para pagar el alquiler de su piso) destina todos sus ahorros para la enseñanza de su descendiente, se esconde del mundo a ojos de su amante, reniega de cualquier contacto con su ex marido drogadicto y busca la manera de exponer y encajar su naturaleza de mujer moderna en una sociedad clasista, machista y arcaica.
Da la sensación de que nuestro país aún está en primero de aprendizaje en cuanto al cine iraní, pero cierto es que son muchas las películas (y visiones) que provienen de este trocito de tierra. La visión de Panahandeh es un continuo ir y venir en cuanto a romper estereotipos se trata. En el contexto histórico plasmado en esta sociedad juegan un papel muy importante las leyes locales que continuamente se interponen en el camino de Nahid (interpretada por una colosal Sareh Bayat) pues su ex marido tendrá la custodia del hijo de ambos si ella rehace su vida con otro hombre. El riesgo se presenta latente en el momento en que conoce a un hombre de posición social alta, Mas’ood (Pezhman Bazeghi da vida al galán), quien planteará el dilema de dejar la vida a la que Nahid está acostumbrada para vivir acomodada. No obstante, debería renunciar a vivir con su hijo, lo que supone el principal problema, cesando su lucha interna ante la injusticia a la que se enfrenta día a día.
La intención de película reivindicativa existe pero de una manera comedida, pues no profundiza con sinceridad en los problemas y restricciones que se encuentran en Irán. Ida Panahandeh peca de prudente y se sobrepasa a la hora de construir el carácter del papel masculino. Retrata al hombre común como un ser vil que no tiene piedad alguna, salvaje en su naturaleza. Aunque un punto a favor es cómo presenta la vida cotidiana, sin entrar en temas políticos ni profundizar en la religión, algo que a simple vista podría resultar insulso exponiendo un guion simple que gira continuamente alrededor de un mismo tema, se presenta admirable pues, inconscientemente, la atención recae continuamente en la protagonista, siendo el principal aliciente del filme. La directora iraní se encierra en su propio negativismo para iniciar una revolución interna e individual que se torna en una especie de rebeldía combativa.
El filme resultará agradable antes los ojos del crítico, sin embargo, como la mayoría de cintas iraníes que llegan a Europa, pasará desapercibida para el espectador. Nahid no deja de ser otra película más en la que se cuestiona la libertad de la mujer, pero gracias a su directora, el nihilismo sufre una deconstrucción que hace que la protagonista se convierta en una heroína, aunque su vida sea similar a la de millones de personas de su mismo género.