Con el estreno en España de Cafarnaúm, han vuelto a arreciar las críticas negativas hacia la figura de Nadine Labaki. Casi todos los reproches van encaminados no tanto a su línea estilística como a la óptica moral que utiliza para narrarnos los acontecimientos de la película. Tal circunstancia levantó mucha polémica en Cannes, algo que no siempre debe utilizarse como un medidor cien por cien fiable (tenemos el caso de obras abucheadas allí que sin embargo merecen la pena como Only God Forgives, por nombrar un ejemplo reciente), pero las réplicas generadas en nuestro país ya presagiaban algo malo. En efecto, Cafarnaúm puede ser reprochable desde ese punto de vista pero, aun obviando la cuestión ética, tampoco ofrece suficientes alicientes bajo una perspectiva cinematográfica.
A menor escala, aunque también fue una obra de cierta repercusión en su momento (ganó el premio principal en Toronto y concursó en Un Certain Regard en Cannes), ¿Y ahora adónde vamos? cosechó opiniones similares en 2011. Sin embargo, en aquella ocasión Labaki sí que supo combinar con tino una reivindicación pacifista y un estilo de comedia musical que retroalimentaba a aquella de manera bastante decente, en una cinta que sorprendía por la frescura mostrada por su directora a la hora de mezclar dos tonos que suelen traer de cabeza a muchos otros realizadores.
El film nos sitúa en medio de un entierro protagonizado de un lado por un grupo de mujeres vivas y, por otro lado, de niños y hombres ya fuera de este mundo tras fallecer en un interminable conflicto. Armándose de ingenio y valor, el género femenino se unirá bajo una misma capa exenta de sentimientos religiosos e intentará reconducir a los hombres del lugar hacia un punto de encuentro común que finalice con la pesadilla bélica, por más que semejante idea sea casi imposible de tener reflejo en la realidad.
En efecto, ¿Y ahora adónde vamos? tampoco pretende ser ingenua en este sentido. La idea pacifista de Labaki es lo que da vida a la narración del film, pero huyendo de cualquier edulcorante que pudiera dar a entender que el fin del conflicto entre cristianos y musulmanes puede ser algo sencillo, siquiera cercanamente posible. Salvo alguna coreografía pasada de rosca, el clima que desprende la película mide muy bien la distancia entre lo amable y lo trágico (virtud ausente en Cafarnaúm, quizá por la imposibilidad de extraer algo amable de su historia), sin culpar y sin eludir responsabilidades de nadie en concreto, traduciendo el hecho de que la paz es un objetivo que deben perseguir todos a una si realmente se pretende alcanzarlo.
Ello quiere decir que, más allá del ego y la incorrecta visión del mundo que algunos atribuyen a Labaki (impresiones a las que un servidor tampoco se opondrá), la libanesa conoce bien el arte de cómo contar una película, a tenor de lo visto en esta obra. Faltó más profundidad en Caramel y ha patinado con Cafarnaúm, pero ¿Y ahora adónde vamos? es un film elaborado con intención y plasmado con inteligencia, donde cohabitan una cierta belleza de su puesta en escena con el espíritu reivindicativo que desde el principio pretende transmitir. No por ello deja de ser un trabajo con errores y tampoco contradice las críticas mencionadas; es probable que Labaki escriba y asuma un papel protagonista con bastante más presencia de la que debería tener. En cualquier caso, la variedad de registros que ofrece, cómo se combinan estos en pantalla (otro aspecto que falló en Cafarnaúm) y la lectura final que resulta de todo lo visto, hacen de ¿Y ahora adónde vamos? una cinta satisfactoria de ver, además de ser el pilar en el que sostiene cualquier esperanza futura de volver a visionar un buen trabajo rodado por esta cineasta.