En el 2013 pudimos disfrutar de la primera obra de los cineastas Nana y Simon, como firman sus proyectos. Se trataba de In Bloom, reseñada tras su paso por el Festival de Cine Europeo de Sevilla aquí, y que resultó ser una de las propuestas más estimulantes de la temporada. Cuatro años después, la pareja artística vuelve con My Happy Family a Sarajevo, ciudad donde precisamente ganaron el galardón a la mejor película con In Bloom.
En My Happy Family contemplamos a Manana, una mujer de 52 años que vive asfixiada entre las cuatro paredes de su casa donde convive con su marido, sus dos hijos y sus ancianos padres. Su día a día transcurre entre su trabajo como profesora y esa casa, donde nunca hay tranquilidad, solo reproches o un afecto paternalista que hace mella en su persona. Pero un día, Manana anuncia que se va de esa casa a vivir en un pequeño apartamento que ha encontrado.
My Happy Family es un drama que no renuncia al humor, donde una mujer decide vivir su vida según sus creencias sin importarle lo que diga la familia. Manana no duda, no hay una vuelta atrás, Manana se va a vivir sola y buena suerte a todo el mundo. La película no bascula sobre si la mujer protagonista decidirá dar el paso de irse a vivir a otro lugar, si no en las consecuencias que esto conlleva para sus allegados, su familia, su entorno social y en como ella misma percibe que los roles adquiridos del patriarcado son adquiridos por sus hijos y se perpetúan en un ciclo sin fin.
Estamos ante un relato feminista escrito, como en el anterior trabajo, por Nana Ekvtimishvili, directora, guionista con todas las letras —¿Cuántos directores dejan de escribir sus obras tras una ópera prima reveladora?— y también escritora. La visión que ella y Simon Gross tienen sobre una familia contemporánea en Georgia sigue los pasos de la mencionada In Bloom, donde destacaba una poderosa imagen sobre la feminidad, las relaciones sociales y un machismo que se adentra en cualquier rincón del hogar familiar.
La cámara captura las idas y venidas de los personajes que deambulan en escena, en una orquesta planificada de personas, diálogos y movimientos, transmitiendo la sensación de realismo como nos tiene acostumbrado buena parte del cine que está llegando de Georgia, Rumanía o ahora también de Bulgaria. Largos planos secuencia inflados de vida donde todos, desde la cámara a los personajes, se mueven. Sin olvidar en ningún momento la importancia que sus responsables le otorgan a lo que sucede en segundo plano.
A parte de retratar la liberación de una mujer que un buen día decide escapar de casa, la película analiza cómo la familia se inmiscuye en todas partes sin pedir permiso. Una idea de familia que absorbe todo y donde todo debe ser consultado por ellos. Así, asistimos a la escena donde Manana, de 53 años, se enfrenta a un hermano menor que intenta cuidarla y protegerla yendo a su nuevo barrio y pidiendo a los hombres del lugar que “la cuiden”, como si se tratara de un animal desprotegido y necesitado de protección.
My Happy Family gana el cielo con las escenas donde se reúnen los familiares, capturando un tono que transita entre el drama familiar, el humor negro y hasta absurdo por las peripecias que debe vivir nuestra protagonista. Los personajes están descritos a las mil maravillas donde no destaca nadie por su maldad, si no por todo lo contrario, todos quieren mucho a Manana, pero nadie parece quererla como se merece. El hermano protector, el marido que se siente humillado, una madre afectada y preocupada por el que dirán… todos son personajes que logramos entender por qué se sienten sinceros y coherentes en su paternalismo, incluyendo una hipocresía que termina retratando a todos los integrantes de la familia.
Esta misma hipocresía, acaba por destruir el relato que Manana hace de su nueva adquirida independencia. Su mayor conquista como persona y como mujer, queda sepultado por una revelación que pone en cuarentena su identidad como mujer libre de cara al resto. No hace falta revelar cómo ocurre esto, mientras menos se sepa narrativamente lo que sucede en la película mejor —y es una película donde no dejan de pasar cosas por mucho que alguien pueda decir aquello de que es una “cinta lenta”—. Tan solo explicar que cuando parece que el relato de una mujer saboreando su nueva vida en soledad —y en libertad— mientras toda su familia se le echa encima parece agotarse, Nina y Simon aprovechan para transitar hacia otras ideas y conceptos, por lo que su película gana un nuevo impulso y debe ser mirada y comprendida de otra manera, sin olvidar el asedio familiar.
My Happy Family tiene mucho en común con la primera película de Simon y Nina. En In Bloom observábamos a dos adolescentes que de pronto debían pasar de la infancia a la edad adulta por el mero hecho de ser mujeres y que se descubrían siendo observadas con apetito por parte de la sociedad. En suma, crecían demasiado deprisa en la Georgia salida tras los desechos de la perestroika y el periodo soviético. En My Happy Family nos centramos en una mujer de 53 años que adquiere su libertad rompiendo con el núcleo familiar. En ambos casos la sociedad las acosa por el hecho de ser mujeres. La mirada de los cineastas es similar, así como intenciones e ideas, aunque en My Happy Family se nos reserva un segundo tramo donde los caminos elegidos por sus responsables nos llevan a otros terrenos.
Hay incluso un guiño en My Happy Family a In Bloom. Tres de las actrices de la anterior obra vuelven a aparecer. Lika Babluani y Mariam Bokeria, las niñas de la primera película que destacaban por un trabajo maravilloso en pantalla, tienen dos pequeños papeles en escenas puntuales, pero son vitales para las tramas que se suceden. La hija de Manana, Nana, interpretada por la actriz Tsisia Qumsishvili, también aparecía en In Bloom. Pues Cuando Nana se encuentra con el personaje de Mariam, parecen reconocerse, pero no saben exactamente de donde.
My Happy Family es la confirmación de que Nana y Simon tienen aún mucho que decir. Que su primera película no fue esa primera obra prometedora de un director que acaba difuminándose en sus posteriores trabajos. Siguen apoyándose en muchos de los elementos, ideas e intenciones de su primera película pero a la vez ahondan en otras propuestas, mientras descubrimos que su mirada ha ganado impulso y tensión.
Simplemente, My Happy Family es un maravillosa película, de lo mejor que ha pasado por el Sarajevo Film Festival de esta edición. La confirmación de dos cineastas a los que hay que tener muy en cuenta. Sólo puedo acabar diciendo que queremos más cine de Nana y Simon.