Mutafukaz es una película de animación para adultos, de coproducción franco-japonesa y dirigida por Shojiro Nishimi, una de las figuras clave de la estupenda Tekkonkinkreet, y Guillaume Renaud, autor del cómic del mismo nombre en el que está basada. La cinta, que parece dispuesta desde su primera escena a ofrecer un espectáculo de acción estilizado, ultraviolento y eficaz en su diversión visceral, se ambienta en el entorno barriobajero y peligroso en el que vive un repartidor apocado llamado Angelino, junto con su amigo Vinz, hasta que un día ambos comienzan a ser perseguidos por misteriosos hombres de negro y se verán arrastrados a una vorágine conspiratoria en la que Angelino descubrirá su propia naturaleza y potencial.
Pese a la energía que desprende esta cinta, lo cierto es que no puedo dejar de observar Mutafukaz con una cierta ambivalencia fruto de mis propias preferencias. Su universo referencial no es algo que me atraiga especialmente, y el efectismo que transmite por momentos me pierde. Aún así, sus méritos al respecto son difíciles de denegar, particularmente cuando su historia se deja llevar por la espiral de acción y violencia, por lo intrincado y trabajado de su puesta en escena. En primer lugar con su estética a medio camino entre la propia animación, el cómic y el videojuego, que crea una mezcla excelente aunque en ocasiones agotadora con su composición de planos y golpes de efecto visuales. En segundo, su impresionante animación, fluida, con una estupenda integración de diseños de trazo sencillo y casi caricaturizados con modelos por ordenador en un entorno en el que siempre hay algo en movimiento. Y por último una banda sonora variada en la que destacan muy especialmente sus canciones de hip hop y reggaeton ambientando y mezclándose a la perfección con sus escenas de violencia marginal.
Narrativamente, la película funciona más como una demostración de estilo que homenajea a obras anteriores que como una historia convencional. Ciertamente, se podría mencionar su energía rebelde y contestataria, como también se podrían mencionar sus guiños irónicos a teorías conspiratorias, pero dejando esto de lado su guión es flojo, por momentos con una sensación de inconsistencia y casi de pura improvisación. Pero esto no es necesariamente algo negativo, porque realmente no requiere de nada más. No requiere una historia demasiado coherente, pero sí es lo suficientemente coherente como para sostenerse y permitir que tome protagonismo su verdadera razón de ser, la estilización. Sus personajes son simples, arquetípicos pero eficaces transmitiendo emociones básicas para mover la trama; su conflicto, un vehículo adecuado para la acción y la intriga.
En este sentido, sin embargo, lo que sí daña bastante al resultado global de la cinta son sus diálogos. Y de nuevo, no por simples, directos o estereotipados, sino más bien por su faceta referencial, que en más de un momento se revela torpe y chirría con guiños forzados. Y es que en general mis mayores problemas con Mutafukaz están en su intento de apelar al público con ellos. Es por supuesto loable querer evocar la serie B, al Carpenter ochentero o los videojuegos, pero en esas circunstancias termina por verse como algo demasiado artificial, como de pose, y no ayuda que el guión no esté precisamente inspirado cuando explicita dichas referencias.
Con todo, debo admitir que me cuesta hallar una conclusión global a mis sensaciones. Encuentro mucho que criticar, está claro que en muchos aspectos no termino de conectar con ella porque la ficción en la que se inspira no se encuentra entre mis predilectas, y en cierto modo veo con recelo su constante aplicación de técnicas y derivas efectistas. Por otro lado, ni sus personajes ni su historia me parecen nada especiales, y por sí solos no me engancharían. Pero me gusta. Creo que tiene un ritmo muy adecuado, que gestiona muy bien sus elementos en el espacio narrativo que tiene, para que por ejemplo la acción frecuente de la misma resulte espectacular e intensa sin ser cargante. Su puesta en escena, como he comentado anteriormente, es estupenda, y me gusta su ambientación y su cruda —aunque a veces gratuita y excesiva— estética de la violencia. Y en último término las carencias mencionadas que en otra película harían mella aquí logran crear y mantener una suerte de perfil bajo favorable para el lucimiento de sus puntos fuertes. Mutafukaz está lejos de ser algo que me fascine, pero a pesar de todo, sí me convence.