A los 78 años de edad nos ha dejado Hugo Santiago, un cineasta único en su especie y sin duda una de las figuras clave del cine vanguardista argentino, si bien buena parte de su carrera se desarrolló en Francia, país donde ha fallecido en el día de hoy. Autor de culto a pesar de su escasa filmografía, a muy temprana edad el bonaerense estableció su residencia en nuestro país vecino coincidiendo en aquellos lares y épocas (principios de los sesenta) con el legendario Robert Bresson, sin duda su gran maestro en cuanto a narrativa cinematográfica. Con él trabajó como asistente de dirección en la iconoclasta y única El proceso de Juana de Arco, una de las cintas más personales del autor de Mouchette.
Esta época de aprendizaje sirvió de base para que el alumno se atreviera a dar el salto a la dirección cuando a mediados de los sesenta Santiago retornó a su país natal, coincidiendo con Jorge Luis Borges, con quien ya había hecho migas en los años cincuenta durante su estancia en la Universidad de Buenos Aires. Con guión del novelista, debutó con el corto Los contrabandistas, filmado en 1967, película que contaba en su reparto con actores de la talla de Federico Luppi o Pedro Buchardo. Éstos fueron años de experimentación y descubrimiento para Santiago y también para el pujante nuevo cine argentino que en esas fechas gozaba de sus años de mayor esplendor. Así en 1968 el autor de Invasión, de nuevo con el apoyo de Borges, dirige su segundo corto titulado Los taitas, prestigiosa pieza de cine de arte y ensayo.
Y un año mas tarde llegó su gran obra, quizás la que marcaría el resto de su trayectoria. Sí. Invasión. Obra de culto del cine argentino, para muchos la mejor película de la historia de aquella geografía. No solo una obra maestra, sino asimismo una cinta maldita. Con texto de Bioy Casares y Borges y una historia extra cinematográfica ciertamente intrigante. Rodada en los últimos años de la dictadura de Onganía fue secuestrada de forma inminentemente por parte de los gobernantes que ascendieron al poder tras el golpe militar de 1976, pasando su exhibición a la clandestinidad. A ello se unió el robo de las bobinas originales del film de los laboratorios Alex de Buenos Aires, siendo esto un hecho que originó su total desaparición del mapa cinematográfico mundial. Sin embargo, por suerte una copia fue localizada en 2004, lo que permitió su restauración y recuperación gracias a la labor de la Filmoteca de Buenos Aires. Bioy Casares y Borges se basaron para la escritura del libreto del film en el cómic El eternauta de Oesterheld, situando la acción en la imaginaria ciudad de Aquilea. Construida a base de un montaje modernista, una estructura cinematográfica que bebía claramente de la Nouvelle Vague gala y un lirismo simbólico que trasladaba el pesimismo y depresión que envolvía la atmósfera del film a el estado decadente aniquilador de libertades de la Argentina de la época, Invasión es la pieza que mejor describe el arte y visión del mundo del maestro Santiago.
El fracaso de taquilla de Invasión no desanimó a Santiago, quien trasladaría su residencia definitiva a Francia. Así, cinco años después volvería a dirigir (con guión como no de Borges y Bioy Casares) Les autres, cinta clave y surrealista que seguía los pasos de ese realismo mágico característico de la literatura iberoamericana cuyo boom se estaba viviendo en esos años. Santiago tardaría otro lustro en dirigir El juego del poder, extraña cinta mezcla de ciencia ficción y thriller con Catherine Deneuve como principal reclamo protagonista. Una obra incomprendida, quizás por su narrativa ciertamente heterodoxa y tintes surrealistas.
Ya en los 80 dirigió Les trottoirs de Saturne, una coproducción entre Argentina y Francia, producto muy intelectual y de tintes autobiográficos con reminiscencias a su clásico Invasión, pues el relato volvía a situarse en la ciudad de Aquilea, narrando con mucha nostalgia y ciertos tintes experimentales la historia de un tanguero exiliado en París.
A partir de entonces Santiago se centró en el mundo de la televisión, filmando varios telefilmes. Retornando al mundo cinematográfico con el inicio del nuevo siglo con el thriller erótico Le loup de la côte Oues, una cinta que lejos de explotar el misterio más comercial derretía sus pretensiones hacia ese lirismo extremo marca de la casa.
Y finalmente Hugo Santiago retornaría a su Argentina en 2015 para dirigir su obra póstuma, El cielo del centauro, sin renunciar ni un ápice a su peculiar e inexorable estilo, fiel a su forma de concebir el cine como un vehículo lírico más que de entretenimiento o explotación comercial. De nuevo retorciendo las bases del thriller y el cine fantástico para amasar un revoltijo fácilmente identificable con quien está detrás de los fogones. Cinta joven en su espíritu, arriesgada y lejos de todo signo convencional, sin duda todo un testamento de una forma de hacer cine en peligro de extinción, considerada como el cierre de la trilogía de Aquilea.
Se fue un auténtico outsider del cine. Alguien que jamás traicionó su especial grafía aún a sabiendas que quizás ello lo condenara al ostracismo y oscuridad más absoluta. Un nombre ajeno a la popularidad y a los focos, pero que supo labrarse el respeto de toda la profesión cinematográfica así como de la cultura latinoamericana. Descanse en paz, Hugo Santiago.
Todo modo de amor al cine.