Much Loved no es una historia de prostitución al uso. O puede que sí lo sea. Sí, hay cuerpos explotados, vicio, comportamientos humanos viles, malos tratos y una sordidez terrible impregnándolo todo. Pero como decíamos esta no es una historia al uso, porque la decadencia no está solo entre las profesionales del ramo sino en toda la sociedad, porque los vicios y los comportamientos viles no son exclusivos de los clientes sino también de las protagonistas. Porque, en definitiva, no hay una historia llena de maniqueísmos en blanco y negro, ni tremendismo pornomiserable. Pero sobre todo no hay victimización y sí mucha humanidad llena de matices.
Lejos de hacer una fácil identificación entre prostitución y degradación se nos muestra a las protagonistas del film (en cierta manera al modo de Mustang en cuanto a planos y puesta en escena) como seres humanos con todo lo que ello conlleva. Problemas de convivencia, problemas en el trabajo y porque no decirlo, momentos de alegría y momentos de melancolía y paz. Es decir, la prostitución es enfocada como una rutina laboral, llena de vicisitudes por supuesto, pero al mismo tiempo visualizada como un trabajo más, como una vía para poder salir no del mundillo sino del mundo, de su mundo. De un Marruecos que se presenta, bajo la fachada de país normalizado, como un lugar inhóspito, mugriento, pasto de desigualdades, corrupción, tabúes religiosos y colonización sexual y económica foránea.
Las protagonistas de Much Loved, aparecen como seres complejos, tan dulces como feroces, tan amables como abominables. Son una muestra de que la profesión no determina la persona sino que es esta la que se adapta a las circunstancias desde un bagaje enteramente individual. Claro está que no estamos hablando de una película que abogue por una presunta libertad de ejercicio de la venta sexual del cuerpo, pero si lo enmarca en la idea de que una vez se está en ello hay un balance entre lo vejatorio y la posibilidad de escape (o al menos de desahogo económico) que brinda.
Es por ello que el film de Nabil Ayouch no entra mucho en lo escabroso de las relaciones cliente-prostituta (aunque naturalmente algo de ello es mostrado). Más bien se toma el tiempo de posicionarse, a través de los ojos de su protagonista, en una mirada más global sobre la sociedad y estamentos marroquíes. En este sentido las panorámicas sobre Marrakech dejan bien claro la intencionalidad del film. El foco está en su protagonista y la mugre queda al fondo, desenfocada pero perenne, lejana pero salpicándolo todo, provocando que Noha, y en menor medida sus acompañantes, se presenten como supervivientes (que no heroínas) intentando que la mierda no les salpique.
En cierto modo Much Loved parece la versión pesimista, que no trágica, de Tangerine. Marginadas intentando sobrevivir al día a día pero sin el colorido ni la vitalidad alucinada del film de Sean Baker. Quizás nada más revelador que el último plano del film, con las protagonistas de espaldas, mirando al mar infinito, viendo y buscando (y rogando) una forma de escapar de todo y sin embargo su única frase se refiere al próximo trabajo a realizar. No hay escape, futuro ni esperanza, pero si vida. Y la van a vivir.