Uno de los grandes cineastas británicos vivos es Mike Leigh, un tipo que se caracteriza por ofrecer relatos y perspectivas muy diferentes usando conceptos similares en toda su obra. Sin ir más lejos, si echamos un vistazo a sus colaboradores más cercanos vemos que sus nombres se repiten con frecuencia. Obligatorio mencionar al director de fotografía Dick Pope, cuyo espléndido trabajo siempre ha resultado en una de las virtudes más destacadas en la obra del veterano director inglés. Éste, por supuesto, se encarga siempre de escribir sus propios guiones, en los que el toque dramático envuelve historias relativas a las relaciones personales, a menudo la familia, con un énfasis especial en los roles femeninos.
Con todo, Leigh no deja de sorprender al ofrecernos un biopic en su último film. Mr. Turner es la historia del pintor británico Joseph Mallord William Turner, el cual desarrolló el grueso de su obra durante el Siglo XIX. Turner es un hombre peculiar, que responde a esa concepción de artista introvertido, excéntrico, que antepone su creación a cualquier otra circunstancia personal, incluyendo su propia familia. Vemos al principio de la película cómo vive separado de su mujer y de sus dos hijas, con las cuales apenas tiene relación, casi como si no existieran para él. Como todo artista, su trabajo también presentará una evolución a lo largo del tiempo que recabará opiniones de todo tipo, algunas no muy al gusto de nuestro protagonista. En este caso, estamos ante un retratista de naufragios, por lo que con frecuencia vemos que se desplaza a zonas costeras para plasmar su obra. Convive con su padre y su ama de llaves, los cuales le ayudan en su trabajo y poseen para Turner una importancia personal mucho mayor de la que él parece demostrar.
El elegido para representar a semejante individuo es Timothy Spall, clásico secundario británico al que el grueso de la gente conocerá por su pequeño papel en la saga Harry Potter (o incluso por hacer de Churchill en El discurso del rey), pero que ya tuvo un rol protagonista en Todo o nada, del propio Mike Leigh. Curiosa manera la de Spall para componer su personaje, ya que resultaría difícil saber si a lo largo de la película pronuncia más frases que gruñidos. Sobra decir que la clave de su éxito no está precisamente en la empatía que despierta, ya que dada su propia personalidad y ciertas acciones que lleva a cabo, aquella es casi imposible de conseguir; el verdadero mérito de Spall es hacernos creer que estamos ante un pintor del XIX y no ante un actor, ya que las exageraciones que lleva a cabo en su interpretación se alejan del histrionismo para caer en un repertorio de gestos creíble en una persona como la aquí descrita.
Llama la atención, sin embargo, que Mr. Turner no sea una película plenamente focalizada en la vida del personaje que da nombre a la cinta. Como ya decíamos, Leigh se ha caracterizado en su filmografía por ofrecer muchos retratos femeninos, cosa que se repite en este último trabajo pese a su característica de biopic. No son pocas las mujeres que desfilan por la obra con un rol que va mucho más allá de ser intrascendente. La propia ama de llaves representa un buen ejemplo de mujer que está enamorada de su empleador por mucho que éste casi no le muestre señales de afecto que no redunden en su propio placer; toda una vida dedicada a servirle. O Mrs. Booth, tradicional esposa con mucho trabajo no reconocido a sus espaldas, como el cuidado de sus maridos/amantes en la salud o la enfermedad. Pese a lo efímero, también merece la pena reseñar el hueco que Leigh le ha hecho en su obra a Mary Somerville, una científica que pese a la discriminación que sufrió por ser mujer, pudo dedicar su carrera al estudio de las matemáticas y la astronomía. Las tres, por cierto, están interpretadas por actrices habituales del director (Dorothy Atkinson, Marion Bailey y Lesley Manville respectivamente).
En el aspecto visual, hay que destacar la bella fotografía que envuelve cada escena. Adaptada al carácter pictórico de la cinta, Dick Pope realiza un trabajo muy cuidado que maravilla en interiores (ayudada, por supuesto, por la labor de dirección artística que representa más que bien la atmósfera del XIX) y que no pierde nada de fuerza en unos exteriores que resultan más que relevantes para comprender la película en toda su magnitud (no en vano, estamos ante un pintor paisajista).
Dos horas y media de película que mantienen la misma línea de principio a fin, sin grandes clímax pero tampoco sin presentar altibajos. Mr. Turner es una obra que, como el trabajo del personaje al que representa, necesita el tiempo suficiente como para que pueda constituir la expresión artística de su autor. Resultaría imposible, por tanto, que Leigh pudiera haber recortado más minutos sin alterar el contenido de sus escenas. Otra cosa es la relevancia que cada uno pueda otorgar al artista que centraliza el guión de la película. Y quizá esto sea lo único que pueda separar a este trabajo del resto de la obra de Leigh: la dificultad para despertar sentimientos en el espectador, cosa que logró gratamente en, por ejemplo, su anterior film (Another Year), lo cual no le resta calidad a la cinta pero sí le impedirá formar parte de la memoria de aquellos que no estén interesados en la figura de Turner. En cualquier caso, no deja de ser una muestra más del buen cine que desprende Leigh y, como tal, desde luego que merece la pena otorgarle un visionado.