Hace unos años, en Sevilla, se montó en el autobús un hombre joven en silla de ruedas. En el momento en que llegó a su parada, a la hora de salir, el vehículo no consiguió bajar correctamente la rampa habilitada para ello. El conductor intentó maniobrar para ayudarle mientras alguien le ofrecía apoyo y todos, todas las pocas personas que estábamos presentes, sentimos una pena bondadosa por él. El tipo le gritó al conductor que parara, y dando un salto lateral con movimiento incluido en el aire, aterrizo como una gacela en el suelo. Se marcho tan pancho, sin más. Recuerdo que ese día me prometí que no volvería a sentir lástima por personas a las que tendría que admirar como los luchadores que son, no como “pobrecitos inválidos”. Que ese sentimiento de penita bondadosa, es más pornográfico que otra cosa.
Món petit sigue el viaje durante más de 100 días que recorre el joven Albert acompañado de su novia Anna para llegar al lugar más alejado de la Barcelona natal del primero, Nueva Zelanda. Albert, siendo ante todo un optimista nato y partícipe de una filosofía de viaje que huye del turismo para abrazar la aventura, es además un chico que lleva años en una silla de ruedas. Durante el relato veremos que esto no es un impedimento (al contrario más bien, por lo que descubrimos) para lograr sus objetivos en la vida.
Este pequeño resumen nos da las claves del documental, una propuesta de superación personal mezclada con una particular filosofía ante la vida donde cualquier obstáculo, barrera o impedimento es superado con determinación y amor.
Sería injusto no reconocer el valor de ese chaval de 20 años que lleva años viajando por el mundo haciendo auto-stop, durmiendo donde le place o le acogen, siempre con una sonrisa en la cara. Y sí, en silla de ruedas. Tal vez lo mejor del documental sea su persona, su inocencia y sus ganas de vivir. Acaba siendo un aventurero, consiguiendo alejarse de la idea de “pobrecito inválido” que se suele tener al encontrarse a alguien en su situación. Sí, sin duda, lo mejor es su desparpajo, su alegría, la naturalidad con la que lleva su manera de vivir («llevar sillas de ruedas es como llevar gafas», dice en un momento dado), o incluso los momentos donde se beneficia de ello aprovechando la manera en la que sabe que es mirado por el desconocido. Un tipo astuto, un buen chaval y sobre todo, aventurero.
Sin embargo como obra cinematográfica la película es pobre. Se condena el viaje a lo filmado por sus dos protagonistas, interrumpido constantemente por entrevistas a sus padres, la abuela, las amigas de la novia o a la persona encargada de la recuperación del chaval. Estas entrevistas, sinceras y emotivas, más incrustadas en el relato para no tener que condenar toda la acción a un viaje al que en el fondo terminamos prestando poca atención, no aportan mucho a la historia en si y terminan por agotar al espectador por la repetición de la idea que se desgrana.
Como se suele decir, es una historia universal, de esas que conmueven a las personas estén donde estén, donde su idioma no debería ser ningún ‹handicap› (ni aquí ni en otras cintas por supuesto). Pero aún así, el viaje es mostrado pobremente, siendo una mera excusa para regodearse con la idea de superación personal del protagonista, por lo que acaba agotando. En menor medida, es muy contraproducente la crítica que se hace insistentemente sobre la manera de “hacer turismo” en contraposición a la idea de “viajar”. No es que nuestro protagonista no lleve razón, pero ojo, en algún momento uno vislumbra cierto efecto boomerang al respecto, con determinados puntos grises.
Un documental que gusta y mucho, pero al que un servidor no convenció. Interesado más mostrar casi en exclusivo la superación personal, la lágrima fácil y el placentero sentimiento de satisfacción pasajera por la valentía de un chaval de 20 años que en profundizar en otros aspectos, donde la idea del viaje es totalmente descuidado.
Yo salí con la promesa renovada que sentir lástima por otro ser humano es más caridad que fraternidad o solidaridad (la diferencia me parece abismal). Y no me seáis bestias. No hablo de no seguir progresando en las facilidades y accesos varios a determinado grupo de personas, ni tampoco de quedarse brazos cruzados si un carrito de los helados atropella a un ciego y decir “dejadlo que se levante sólo”. Se trata de no esbozar cierta sonrisa falsamente piadosa y decir, “pobrecito”. Se trata de no pensar en el fondo que son peores o incluso de sentir cierta alegría por no ser ellos. Pena se siente por un perro abandonado, joder. Por otro ser humano, fraternidad.
Algo hay de eso en el documental, y se agradece, pero aún así, un documental más enfocado en los logros fáciles. Lástima. Su protagonista merecía más, la verdad.
Absurda crítica, no ha entendido la película el crítico.
¿Pobre?
Precisamente el viaje es lo menos importante de la historia. El final es esplendoroso. Cuando todo el mundo alaba una película, incluso The Hollywood Reporter, y uno escribe una reseña así, es que o falla todo el mundo o falla quien la escribe.
No creo que aquí falle o deje de fallar nadie, todo es cuestión de prismas, percepciones y gustos. No hay más pies que buscarle al gato, diría yo ;)
¡Hola!
No creemos que The Hollywood Reporter tenga precisamente la infalibilidad papal. De todas formas sí es verdad que en general, ha tenido buenas críticas el documental, eso es innegable. Pero no consideramos que eso invalide cualquier posible crítica negativa al respecto.
Tampoco hacemos sangre, porque ni la peli lo merece (no es mala, o no tanto como parece que has visto en mis palabras) ni tenemos ganas en hacer «un Boyero».
Otra cosa es si la crítica es una mierda o no. Pero bueno, que aquí no hay ningún problema con que expongas los motivos por el que te parece una gran peli. De hecho te animamos a ello.
Para empezar he de decir que no he visto más de cinco minutos de este documental, pese a que el argumento resilta muy interesante, el hecho de que esté tan políticamente definido hacia el independentismo catalán, hace que pierda, al menos para mí (y espero que a todas las personas que quieran ver cosas sin que nos laven el verebro). Vale que utilicen el catalán como idioma del documental, cosa poco comprensible cuando intenta sacar pasta del resto del país, como por ejemplo de digital plus, y nosotros tenemos que pagar el abono de digital plus, para que financie semejante mamarrachada. El hecho de utilizar el carné de identidad para untar nocilla, con el pretexto de que no sirve para nada, es repulsivo. No servirá para nada en tu opinión chavalín, pregûntale a todos los magrebíes que se juegan las vidas para llegar hasta aquí y conseguir eso que tú te pasas por el mismísimo forro. Me niego, haceroslo ver, cuando os deis cuenta de que sacais dinero de españa os bajareis los calzones, tal y como lo hacen las grandes entidades bancarias de «vuestro país».
Menudas burradas que sueltas,ahi demuestras que tienes un problema mientras Albert lo unico que hace es viajar y ser feliz.
Lo del DNI es simplemente porque hay personas que no le dan importancia a una mierda de papel que es lo que es,
Menuda diferencia entre tu(por tus palabras) con Albert,se un poco mas feliz en tu vida y dejate de tonterias como las que dices
No sé a quien te diriges exactamente, pero..
Agradecemos que incluso seas tan amable de no parecerte mal que hablen en catalán a lo largo del documental.
Un petó.