La competencia era dura en un año donde cintas de ámbito internacional tan potentes como Excision o Crawl se postulaban para un premio que, finalmente, terminó llevándose al saco una de esas películas únicas y bizarras, que hay que vivir, llamada Thanatomorphose. Film de un Eric Falardeau que antes de su visionado brindó (a través de la pantalla, eso sí) con el público en una sesión donde hubo emociones fuertes y los premios se repartieron por igual. No sorprende el galardón a un Joko Anwar que dirige competentemente Modus Anomali y ya tiene su experiencia en el campo (tres films le avalaban) y, aunque sí lo hace que Traci Lords se antepusiera a una portentosa AnnaLynne McCord en Excision, también resulta un digno galardón por el gran papel de la ya mítica actriz. El resto de premios actorales, fueron completados por Yahya Gaier por Zombibi en la sección masculina, y por Marta Milans que ganó ex aequo junto a Traci Lords por su papel en Devoured.
Mejor película: Thanatomorphose de Eric Falardeau
Mejor director: Joko Anwar por Modus Anomali
Mejor actor: Yahya Gaier por Zombibi
Mejor actriz: Traci Lords por Excision ex aequo Marta Milans por Devoured
Repaso a la Sección Oficial
Aunque fue una verdadera lástima perderse el I Am Bad de David Rackoff, por la que había mucha curiosidad dado su parecido con la Maniac de Franck Khalfoun, el festival empezó inmejorablemente con Masks, un ‹neo-giallo› que engaña, donde Andreas Marschall comienza jugueteando constantemente con elementos del género a la par que homenajea un film capital como Suspiria, pero que no termina ofreciendo su mejor versión hasta el último tramo de una cinta que se torna simplemente alucinógena, que agarra con fuerza los tópicos del género, los sacude y escupe un final psicodélico donde cualquier consideración acerca del ‹giallo› poco peso parece tener en un film que termina resultando más psicológico que otra cosa, y poniendo panza arriba un género que necesita como el aire films como Masks.
Tras el buen sabor de boca que había dejado la película bávara, las malas noticias llegaron con Dunderland, trabajo de dos debutantes noruegos que se acogen a una de esas historias que retozan con lo paranormal para dar pie a una suerte de film de terror psicológico de escaso calado, que en ningún momento parece encontrar en sus formas el modo de sugerir un horror que, como nota positiva, nunca se torna visceral pero sí ramplón. La poca pericia en el corte y el modo tan tosco de montar las secuencias que, visto lo visto el panorama, deberían ser más contundentes, tampoco ayuda en una propuesta a la que su apagada fotografía hace un flaco favor y que no consigue remontar ni con un final decente, cuyos males quedan expuestos ante la incapacidad por generar algún tipo de emoción ante el espectador.
No tardó mucho en llegar una maratón que prometía, y que con Devoured parecía ir a hacer las delicias de los amantes de un cine de terror más independiente en todas sus facetas, desde la génesis del relato en sí hasta la reformulación de un horror que no parece surtir efecto en ningún momento: todo son golpes de sonido, abruptos cortes y trucos que más que aterrar, terminan desquiciando a un espectador que es imposible que se vea sorprendido por artimañas tan banales, más teniendo en cuenta que ya hemos cambiado de siglo. Su conclusión arregla moderadamente la cosa puesto que ofrece lo que precisamente el público pedía a gritos, y aunque resulta sobreexplicativa se celebra como lo mejor de una película que no debió encontrar su punto álgido al final de una cinta inoperante el resto del tiempo.
Luego, una de las grandes sensaciones de la temporada hizo aparición en escena. La primera secuencia de Excision es toda una declaración de intenciones y, a partir de ahí, no hay detención posible. La puñalada más grande que ha recibido el ‹American Dream› en los últimos años llega protagonizada por la historia de una muchacha de apenas 17 años de edad que siente devoción por la sangre. Aquí no hay bolsas de plástico dando vuelcos en el aire, son reemplazadas por un támpax recién usado y tirado a la papelera. La, como ya apunté, maravillosa interpretación de AnnaLynne McCord como la joven Pauline (a la que adoramos desde ya) es acompañada por un elenco genial (Traci Lords, John Waters, Ray Wise, Malcolm McDowell…) que nada tiene que envidiar a producciones de mayor calado, menos cuando deja en ridículo tantos otros trabajos que no logran lo que Excision sí en menos de quince minutos de metraje: divertir, sorprender y fascinar. Una verdadera delicia.
Como no todo iban a ser salvajadas, el cine con más poso se dio cita en mitad de la noche para sorprender con una auténtica joya venida de Australia. Su nombre es Crawl y, su director, Paul China proporciona uno de los mejores ejercicios de género de los últimos años. La premisa es sencilla: un bellezón rubio que se verá atacada por un tipo espigado que bien podría recordar al The Tall Man de Don Coscarelli por la parquedad de sus movimientos. A partir de ahí, una juguetona, irónica, enfática y tensa joya con apuntes del mejor Hitchcock y detalles Coenianos por doquier, que componen uno de esos marcos inigualables en una de esas cintas que no hay que perderse. Por dar vuelta y media al género, por malearlo con esa tenacidad y por facturar un film con una fotografía que no sólo sorprende por su calidad, sino también por su composición. Simplemente tremenda.
Antes de dar comienzo Modus Anomali, tocó el turno a una sesión sorpresa que, aun sin formar parte de la SO (lógicamente), bien hay que dedicar alguna línea, pues Garras humanas de Tod Browning es uno de esos clásicos por méritos propios. Nadie ha conocido todavía el modo de humanizar monstruos como lo logró el americano en su día, que ya es decir. Cambiando de tercio y entrando en materia con el film galardonado a mejor director, Joko Anwar configura con Modus Anomali una de esas rarezas cuya base no tiene desperdicio, es tan desquiciada y tan demencial que solo podría ser el punto de partida de un thriller moderno salpicado con gotas del ‹slasher› más atípico. No obstante, el principal problema del film indonesio no se encuentra ni en sus formas ni en su fondo, sino más bien en un guión que tan pronto peca de ingenuo como lo hace de tramposo en exceso por introducir señas que no llevan más que al desconcierto (premio para Anwar en ese sentido), pero que no terminan de encajar una vez recompuesto el puzle. Una verdadera pena para un intento que quizá mereció mejor suerte.
Y al fin llegaba la película esperada del día, la Thanatomorphose de un Eric Falardeau que años atrás ya había realizado una especie de cortometraje para promocionar lo que iba a ser un largo, así como recaudar fondos. La idea, sin duda alguna, lo valía: Laura es una muchacha que un día, al despertar, se da cuenta de que su cuerpo está en estado de composición. Como es obvio, Falardeau no empieza a degüello y prepara medianamente un panorama en el que bien podrían hallarse ecos de Cronenberg si no fuese porque la propuesta se aleja finalmente del cine del canadiense. No obstante, sí posee detalles interesantes como esa reflexión sobre el morbo por la carne y, aunque en un principio funciona suficientemente, su último tercio no termina de cuajar como debería. Cierto, compone una atmósfera cada vez más desquiciada que logra descomponer y desarticular la voz del propio crítico o espectador, pero también se lanza a un delirio donde las conclusiones parecen inalcanzable en un ejercicio que no duda en jugar con las texturas y, pese a su interés, no termina de cuajar como uno hubiese deseado, pese a dejar al espectador totalmente desconcertado.
La sesión daba sus últimos coletazos con una Zombibi que ya nos cogió en horas demasiado intempestivas como para comprobar hasta donde llegaba esa propuesta de cine zombi. Aun así, hay que destacar el nivel de una sección que ha disfrutado de propuestas tan variadas como dispares, y que ha dispuesto títulos que no sólo deberían ser recordados en su paso por el festival, sino mucho más allá. Crawl, Thanatomorphose o Excision dan fe de ello, y servidor también.
Larga vida a la nueva carne.