Mis hijos (Eran Riklis)

No son pocos los cineastas israelíes y/o judíos que parecen preguntarse en sus obras cómo se puede acabar con el conflicto respecto a la cuestión palestina si los prejuicios cultivados en las mentes de ambos bandos florecen cada vez que se presenta la ocasión. Por ejemplo, hace casi un año se estrenaba en España El hijo del otro, un film en el que, partiendo de un punto casual, su directora Lorraine Levy hacía ver que no existe una base racional para justificar tanta enemistad entre unos y otros y, sin embargo, el odio palpable entre ambos hace una tarea casi imposible el lograr la más mínimo reconciliación. Su problema era que la manera de llevar la historia contenía suficientes dosis de azúcar como para que se explicitase en demasía la crítica, pero al menos el mensaje quedaba ahí.

Pues bien, para aquellos que necesitan ver un poco más de mala baba a la hora de sacar los trapos sucios de la cuestión árabe-israelí, ahora llega a nuestro país Mis hijos (Dancing Arabs), una nueva visión sobre el choque de identidades, culturas y religiones que a diario se produce en el país israelí y que parte de una novela autobiográfica de Sayed Kashua. Eran Riklis, cineasta cuya obra más conocida posiblemente sea Los limoneros (Etz Limon, 2008), dirige una cinta que desde el principio ya se ve que no va a incluir la complacencia entre sus pretensiones. Cuenta la historia de Eyad, un joven de origen árabe que consigue una beca para estudiar en un prestigioso centro de Jerusalén, convirtiéndose así en uno de los escasísimos (por no decir el único) estudiantes de su raza, cultura y lengua que logra tal cosa. Más que conseguir buenas notas, cosa que se da por hecha dada su inteligencia, el principal objetivo de Eyad será integrarse en un ambiente donde no es demasiado bien recibido.

mishijos01

Durante las primeras escenas, la película hace gala de una mordacidad nada usual en este tipo de producciones. Mediante varios gags con mayor o menor gracia, creemos que Riklis nos está diciendo que este tono cómico-satírico va a ser la nota predominante de la obra. Sin embargo, pasados varios minutos descubrimos que estábamos muy equivocados: Mis hijos es un drama incuestionable, ya que dejando de lado esos breves momentos humorísticos no hay prácticamente nada que pueda hacer reír y sí mucho para sentir y reflexionar. Aparece el amor, la amistad, el trabajo, luchar contra lo establecido, vencer el temor al “¿qué dirán?”, todo ello en conexión con la realidad político-histórica del momento y que sin duda influye en el devenir de Eyad. Lo que no desaparece es ese afán por demostrar a la sociedad que palestinos y árabes podrían convivir en paz y armonía sin que a nadie se le cayesen los anillos por ello.

Pasada la hora de película, llegan los puntos más bajos de la obra. Varias de las subtramas acusan un exceso de azúcar en forma de mensajes moralistas que no acaban de cuajar, lo que conlleva que decaiga el interés. Lo que debería constituir el núcleo más trascendental de la obra, se torna algo aburrido ante la proliferación de las mencionadas historias paralelas. No acaban de convencer varios de los personajes secundarios, que en cierta manera ofrecen la imagen de ser seres demasiado aislados de su entorno. Por fortuna, la cinta remonta en su parte final y logra cerrar todos los cabos de manera más o menos satisfactoria, hasta tal punto que incluso podríamos considerar como punto álgido de la misma la secuencia final.

mishijos02

Laudable sin duda este arriesgado intento de Riklis por condensar en una película todas las mejores intenciones para encontrar un sentido a lo que está sucediendo en Oriente Próximo. La trama principal de Mis hijos convence de sobra, habida cuenta de la notable evolución que experimenta su protagonista desde el primer hasta el último minuto. Un ligero exceso de edulcoración (que en parte es lógico, ya que siendo judío israelí debe de ser complicado vender un producto así en aquella tierra) y la poca fuerza que poseen los personajes secundarios son las principales trabas de una película que, en general, acaba siendo tan disfrutable como loables son sus propósitos.

Mis hijos

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *