Las musas no siempre tienen ese aspecto de belleza inspiradora, a veces son presencias masculinas, de gran tamaño, facciones duras y mirada profunda. Una que llame a versar sobre la unión y la protección, sobre la creencia en algo ajeno que, como un reticente peligro, obliga a construir una coraza, a huir hacia un futuro incierto.
Es esa incertidumbre sobre el hombre de familia la que exprime toda la belleza que Michael Shannon esconde tras sus ojos oscuros, su semblante serio y afectado, que tal desasosiego nos causó en Take Shelter, que tantas dudas nos produce en Midnight Special.
Su título nos incita a pensar en una caja de cereales, aquella que con su envoltorio nos llama de niños, sin tener en cuenta lo que hay en su interior, no es la necesidad de comer, es el simple aprecio de contemplar. Como envoltorio Jeff Nichols ha elegido la ciencia-ficción —camuflando una road movie, un drama familiar, un thriller y un relato sectario, rednecks incluidos—, como excusa para desarrollar sus ideas de Take Shelter a un nivel astral, inabarcable, influido por unos mismos puntos que saca a un contexto tan amplio que logra desenfocar su camino.
La necesidad de avanzar es lo que nos pone en ruta: dos hombres y un niño de aspecto débil y enfermizo. Sabes que huir es lo que les mueve, pero no hay una base por la que comprender que el coche siga esa carretera. Descubrir su esencia pronto es algo carente de importancia, cuando lo que nos muestran es más impactante.
Un niño y su luz. Si realmente algo fuera de nuestro control apareciera ante nosotros, la fe querría exprimir su naturaleza y la ciencia diseccionar la forma para conocer su funcionamiento. No podemos disfrutar de algo nuevo sin tocarlo hasta su desgaste. Es por aquí por donde incide Nichols, es su interés por la manipulación de lo desconocido, ya sea por las abusivas formas de la creencia parasitaria o el miedo gubernamental a un ataque sin control, que siempre llevan a unos pocos a esa protección instintiva.
La luz cegadora. Nichols incide en unos mismos instintos, sí. Sin embargo evoluciona esta historia de un modo sublime e inesperado. Hay conceptos que entrelaza y separa a su antojo, ampliando el misterio a lo largo del tiempo: el factor humano, la reacción sobre algo que no podemos identificar, el puro descontrol de algo pequeño que para unos causa recelo, para otros es una verdad incontestable.
Un simple niño. No hay un concepto desfasado o reiterativo en la película, no es tan fácil adjudicarle una historia ya contada sobre extraterrestres y bicicletas. Hay lecturas mucho más afectadas y elocuentes a partir de su envoltorio, podemos ver cómo extrapola una ficción, una hipótesis, para acechar con fantasmas y carroña a ese padre, un Shannon al que dejarías el futuro en sus manos, con la seguridad de saber encontrar bajo unos mínimos medios, llegar hasta el final.
Midnight Special va de lo pequeño a lo imposible, dosificando la pureza de su objetivo central para permitir a cada uno de los personajes sacar su mejor o peor cara, sin extenderse en cómo se llegó allí ni cuál será la puerta de salida. Tremendo hachazo a la sociedad y sus iconografías, tremendo regalo a la visión de las relaciones íntimas y familiares y un detalle más que eficaz que todo pueda ser desarrollado a partir de algo tan brillante como la luz, cegadora en el destello y iluminadora en el desarrollo. Jeff Nichols sabe que ver, creer y amar no son palabras que tomar a la ligera.