Hoy nos detenemos en el cineasta Michael Winterbottom, al que tenemos bastante aprecio desde Cine Maldito. Un tipo bastante a su bola, de esos que etiquetamos con la etiqueta «sin etiquetas» por la facilidad que tiene en saltar de géneros y por la variedad temática de sus obras. No obstante, como decía nuestro jefe Rubén en la crítica de Everyday, «podría definirse al británico como un cronista de la realidad». Viendo su filmografía, es a casi a lo único que podemos agarrarnos para comprender su cine, provista con una mirada que suele ser tachada en ocasiones de fría o distante en sus dramas, siempre preocupado por del drama interior de sus personajes más que en lo que sucede narrativamente. Y luego están sus comedias, claro. Hoy, en nuestro director de la semana, elegimos al bueno de Winterbottom y su desternillante Tristram Shandy: A Cock and Bull Story.
Lo primero es lo primero. La película es una adaptación, o mejor dicho, una inspiración y homenaje, a una de las sagas literarias inglesas más importantes de todos los tiempos, Vida y opiniones del caballero Tristram Shandy. Digamos que sus libros son bastante peculiares, que va sobre un narrador que intenta contar su vida pero siempre acaba hablando de anécdotas donde intervienen otros personajes. Bueno, en la peli se dan más pistas sobre los libros, así que no hace falta detenerse demasiado en la trama que cuentan.
Pero no, la película no funciona como una adaptación al uso. Y aquí hay que otorgarle la gloria eterna para Martin Hardy, guionista habitual de Winterbottom. Bueno, su verdadero nombre es Frank Cottrell Boyce, pero aquí firmó con seudónimo.
El punto de partida de la cinta es prometedor; asistimos a la grabación de una película sobre el mencionado libro, con una lucha de egos entre dos de los actores; Steve Coogan, que interpreta a Tristram (tal vez desconociendo que en el libro, supuestamente autobiográfico, apenas aparece él) y Rob Brydon, que hace de un personaje secundario, cosa que no queda tan clara mientras avanza la cinta. Es interesante recordar que ambos actores volverán a recuperar sus personajes para dos de las posteriores cintas de Winterbottom, The Trip y su continuación, The trip to Italy.
Pero la película que ruedan no va bien. Steve Coogan es una estrella venida a menos que intenta salvar su última relación amorosa mientras desprecia con toda su alma al simpático y sencillo Rob Brydon, un hombre sin muchas aspiraciones en el mundo de la interpretación que se pasa el día imitando voces. El choque es inevitable. Resulta memorable esa escena donde imitan a Al Pacino en la primera parte de El Padrino para descubrir quien es mejor actor. Es simplemente imposible de discernir quien lo hace peor o más exagerado.
Winterbottom está mucho más interesado en mostrarnos los entresijos detrás de las cámaras que la película que están tratando de filmar. Y más que en los problemas propiamente cinematográficos, su mirada se detiene en ese Steve Coogan haciendo de Steve Coogan y de como se siente atrapado en una vida que ya no controla, dirigiéndose irremediablemente hacia el precipicio. En esa crisis de identidad de un hombre que se adentra en una etapa de su vida donde se le supone estable y rodeado de una familia de manera tambaleante, asustado y solo. Que ve como se le escapa su estrellato y decide agarrarse a él como tabla de salvación.
También estamos ante una comedia bastante más irónica de lo que pueda parecer en un primer vistazo. Y cruel, sobre todo con el personaje principal. Me sigue sorprendiendo la química que tienen Coogan y Brydon en pantalla. Fue una apuesta arriesgada, pero la continuidad de estos dos personajes interpretándose a sí mismos en otras propuestas de Winterbottom funcionan. Y al menos en The Trip encontramos las mismas ideas, con esa comedia que vive entre el límite de la carcajada y el resoplido nervioso ante la enésima repetición. Y con esa crueldad para su protagonista.
En definitiva, Tristram Shandy: A Cock and Bull Story funciona como un divertido juego de espejos que termina por enseñarnos a un hombre que está condenado a perder su status por mucho que intente evitarlo. El humor brota con naturalidad ayudado en unos personajes que deambulan por el set de rodaje con sus problemas a cuestas, mientras afuera se afanan por intentar adaptar una novela que fue precisamente catalogada de «inadaptable» en un fracaso anunciado.
Todo se viene abajo. Sálvese quien pueda.