Hace unos días reseñábamos en la web Avanti Popolo, la ópera prima del uruguayo-israelí Michael Wahrmann, que esta semana se ha estrenado en nuestro país. Un estreno limitado, obviamente, ya que se trata de un cine situado más al margen de los circuitos comerciales que otras obras autorales, pero que en el fondo cuenta una historia bastante terrenal y que puede ser de interés para mucha más gente de la que aparenta ir dirigida. Independientemente de si a uno le satisface o le carga el resultado final, no se puede negar de que la película está hecha con mucho amor por el séptimo arte, como así lo reflejan diversos pasajes de la cinta que, tanto en forma como en fondo, discuten sobre la manera de hacer cine y las repercusiones que éste tiene sobre nuestras vidas.
Decimos que Avanti Popolo es el primer largometraje de Wahrmann, quien, afincado en tierras brasileñas desde 2004, ha sabido extraer la esencia sociopolítica de un país que no hace demasiado tiempo pasó por una dictadura militar y lo ha plasmado en imágenes. Pero antes de rodar esta cinta, el director ya había trabajado en Brasil con un cortometraje, titulado Avós y que obtuvo un buen reconocimiento tras pasar por la Berlinale 2010. Para los menos versados en la lengua portuguesa, avós significa abuelas, un concepto nada baladí puesto que constituye el tema central que entronca el resto del trabajo. Y es que, tras una breve secuencia inicial en la que vemos al niño protagonista grabar a su abuelo con una cámara, la acción se traslada al domicilio del propio niño donde abre los regalos que por su cumpleaños le han dado sus dos abuelas. Unos calcetines y ropa interior, cosas que obviamente al crío no le generan demasiada alegría. El abuelo opta por regalarle una cámara Super 8, que tampoco le hace demasiada gracia en un principio pero que servirá para nuestro protagonista filme escenas cotidianas de su casa y, por ende, todo el cortometraje.
Ya vemos, por tanto, diversos puntos en común de Avós respecto a Avanti Popolo. El uso de la Super 8 como elemento para almacenar recuerdos es el primero que salta a la vista; en el caso del largo, más bien lo entendíamos como una necesidad propia de la época donde fueron tomados (años 70), mientras que en el corto la existencia de la cámara se explica por la pobreza de la familia que no tiene dinero para regalarle una cámara mejor. En cualquiera de los casos, representan una muestra de afecto por parte de Wahrmann al cine rodado de manera casi espontánea y de cómo el efecto de deterioro que causa el propio formato invita a retratar mejor los ambientes pobres y solitarios que pretende plasmar el director en sus dos trabajos. Otro de los elementos que estrechan un lazo entre ambos es el de la familia. Si Avanti Popolo trataba sobre un padre y un hijo que habían estado demasiado tiempo alejados uno del otro y que, en consecuencia, casi no eran capaces de dirigirse la palabra (todo ello con la historia del hermano como telón de fondo), en Avós la cosa va sobre abuelos y un nieto, con la entrañable amistad que siempre nutre esta clase de relaciones pero que a su vez generan ciertos silencios, principalmente por preguntas incómodas del nieto que sus mayores no saben o no quieren responder.
Una de esas preguntas que el niño le lanza a su abuela es casi tan inocente para la mente del infante como envenenada para el corazón de la anciana: “¿Estuviste en Auschwitz?”. En diversos momentos del corto, vemos los típicos números tatuados en las muñecas de los protagonistas que nos trasladan al horror de los campos de concentración nazis. Sin embargo, Wahrmann no pretende hacer política ni nada similar y quitando esa determinada escena en la que la abuela se queda casi sin palabras que responder al nieto, el resto de esas alusiones al judaísmo se realizan de una manera casi paródica. En efecto, los que hayan visto las dos obras del director que mencionamos en este texto sabrán que tratar temas serios de una manera ciertamente humorística establece otra analogía entre ambas. Si en aquella se referían al movimiento Dogma, aquí es una discusión entre abuelos sobre si Mónica Lewinsky es judía o no lo que otorga algo más de distensión a la obra. Eso, y la reflexión del niño de que su obesidad se debe a que sus abuelos estuvieron en Auschwitz, inspirada por el hecho de que sus dos abuelas no paran de insistirle de que coma (cuando todos ya sabemos que el echar comida en el plato es una característica afín a todas las abuelas).
En definitiva, los escasos diez minutos de Avós dan para mucho. Podemos asistir a la verdadera esencia del cortometraje como es saber contar una historia en un tiempo tan reducido, nutriendo además ese relato con pinceladas sobre diferentes temas que enriquecen el mensaje final del mismo. Pero también, y más importante, permite servir como trampolín para su director, Michael Wahrmann, que gracias a su buen hacer en ese escaso tiempo ha tenido la oportunidad de embarcarse posteriormente en su primer largometraje. Con mucha frecuencia, la carrera de los grandes directores se puede resumir en los primeros cortos que rodaron, donde se encuentran sus principales inquietudes como cineastas y como seres humanos. En este caso, después de una sola película ya somos capaces de retrotraernos a Avós para analizar el perfil cinematográfico y personal de Wahrmann, un tipo al que habrá que seguirle la pista por su claro concepto de lo que debe ser una película tanto en el aspecto formal como, principalmente, lo interesante de lo que cuenta.