Justo ahora hace 100 años se estrenó en Dinamarca, en noviembre de 1924, Michael (Mikaël en su título original) dirigida por uno de los grandes de la historia del cine, Carl Theodor Dreyer (1889-1968).
Esta adaptación de una novela del escritor Herman Bang nos cuenta la historia de la relación de un gran artista, Claude Zoret, con su discípulo, Mikaël, y la desafección de este hacia su maestro cuando conoce a la Princesa Zamikoff.
Esta película de Dreyer plantea diferentes focos de interés. El primero, el intrínseco a su propia calidad. Se trata de una historia sólida, bien hilvanada y correctamente filmada por un Dreyer que ejecuta aquí uno de sus primeros trabajos, aunque mostrando una madurez y oficio que lo aleja de la afectación y excesos interpretativos tan habituales del cine mudo. El mundo del arte, al amor, la traición y el perdón se van superponiendo en una historia íntima y trascendente, pero que a la vez no recela de mostrarnos la grandiosidad de algunos escenarios, como el estudio del artista y sus obras, o de recorrer lugares espectaculares, como la parte que transcurre en un gran teatro durante una representación de El lago de los cisnes.
Pero quizás el mayor foco de atención y el que más trasciende en la actualidad al hablar de esta obra viene dado por el fondo de la temática, donde se trasluce un amor homosexual entre maestro y discípulo. Se trata de la adaptación de un libro de Herman Bang, de reconocida y militante orientación homosexual, que aquí concibe un relato pionero sobre esta cuestión plasmado a través de la fascinación, la comprensión y el permanente perdón de un hombre maduro sobre su joven y bello discípulo. El film, sin resultar del todo explícito, es inequívoco en la orientación de un protagonista, que en su última frase y evocando a Mikael dice: «Ya puedo morir en paz, pues he visto un gran amor».
Finalmente, hay algunas derivadas cinéfilas relacionadas con la película de llamativo interés. En primer lugar, el film está rodado en Alemania, en los míticos estudios UFA, y en el guión participa el propio Dreyer junto a nada más y nada menos que la guionista Thea Von Harbou (1888-1954) mujer durante años de Fritz Lang y autora de los guiones de obras como El doctor Mabuse (1922), Metrópolis (1927) o M, el vampiro de Düsseldorf (1931). También habría que destacar que el protagonista, el maestro Claude Zoret, está interpretado por el director de cine Benjamin Christensen, que dirigió películas tan destacadas como Häxan. La brujería a través de los tiempos (1922). Por último, su director de fotografía, el mítico Karl Freund, que puso luz a obras como Metrópolis (1927), Drácula (1931) o Cayo Largo (1948), y director de films como La momia (1932), realiza aquí su único trabajo como actor. Además, este film tuvo un precedente en la adaptación cinematográfica que el director sueco Mauritz Stiller (1883-1928) hizo en 1916 de la misma historia bajo el título de Vingarne (Las alas). Pero lamentablemente la copia disponible, muy deteriorada y con fragmentos perdidos, no me permite hacer un análisis comparativo entre ambas.
En resumen, una muy interesante película, sobriamente interpretada en su triángulo protagonista, compuesto por Benjamin Christensen, Walter Slezak y Nora Gregor. Sutil, elegante, contenida, con alguna derivada algo floja, como la relación paralela de un matrimonio amigo, pero que en su conjunto y como previo a las grandes obras de su director resulta más que estimulante.