La anorexia, los problemas con respecto al físico la presión social respecto a ello. Un problema que ha devenido casi una enfermedad global, o al menos en lo que conocemos como primer mundo. Incluso en esa especie de arcadia que es Suecia sucede y de ello precisamente nos habla Mi perfecta hermana. Un film que pretende, desde un punto de vista didáctico sumergirnos en la problemática al mismo tiempo que ofrecer una suerte de Coming of age mezclado con la típica rivalidad fraternal.
Quizás demasiados temas en un solo film o quizás no, lo verdaderamente relevante es como se mezclan y de que manera, cinematográficamente hablando, se abordan. El resultado, por desgracia, no deja de ser decepcionante, y no porque estemos ante un film desastroso sino porque se intuye la potencialidad que había en él y se malogra en pos de una falta de profundidad alarmante en cada una de las tramas y subtramas que lo componen.
No se puede negar el mimo, esencialmente en la dirección de actores, ni la elegancia de su luminosidad en algunos pasajes, cierto, pero ello, en lugar de sumar al conjunto, queda como mero ejercicio formal, como pincelada de autor que no disimula en absoluto la planicie de su formato televisivo. Lo que Sanna Lenken propone no es más que un viaje de éxito, caída y redención de una adolescente visto por su hermana pequeña. Un material nada ambivalente que explota sin demasiado rubor el drama fácil, el tópico manido en materia de relaciones familiares y que juega peligrosamente con los roles físicos de las protagonistas.
La hermana delgada exitosa es víctima de su propia condición y presión queriendo ser más delgada para poder cumplir las exigencias familiares. Su hermana pequeña, menos agraciada es la que aporta la visión global del conjunto. Una hermana pequeña así mismo acomplejada por su hermana mayor, por su condición de patito feo y por el amor platónico que siente por un profesor. Un amor, aclarémoslo, totalmente platónico pero que en ciertos momentos inducirá a un posible conflicto.
Y este es el problema, que cualquier cosa, detalle o anécdota se convierte instantáneamente en un dramón tremendista de lloros y gritos, cosa que dificulta enormemente la posibilidad centrar el foco en el tema realmente relevante del que debería ocuparse la película. Por si fuera poco, cuando esto último sucede resulta francamente inverosímil por la forma naïf, vulgar e incluso ramplona de resolver la situación a través exclusivamente del entorno familiar.
Si anteriormente usamos el término arcadia no era en absoluto gratuitamente. Si algo resulta absolutamente fallido en el film es esa tendencia a la resolución feliz porque sí. Se da a entender que, efectivamente hay problemas y graves con el tema de la anorexia, pero en absoluto se profundiza en su dramatismo, causas y consecuencias. Sencillamente es algo que genera una tensión familiar puntual de alto voltaje pero que con comprensión, buenas palabras y abrazos todo queda solucionado. Para muestra un botón sus últimas secuencias, tan lumínicas y rebosantes de azúcar que quitan toda credibilidad al conjunto. Una película pues que quiere, y no puede (o no sabe) abarcar todo el arco dramático insinuado y que por ello resulta francamente insatisfactoria.