La primera historia rusa de ‹zombies› contaba con poco presupuesto, una dirección cinematográfica y artista debutante. Aun así, Meteletsa consigue irrumpir con fuerza y hacernos pasar un rato entretenido. Quizá no aporte nada ingenioso ni deslumbrante, más allá de la consabida carga de explosiones, sangre, disparos y demás efectos digitales, o los personajes a veces ya etiquetados de este género (el sacerdote, el mafioso con ambiciones políticas, la chica sexy que se revela como auténtica superviviente).
No obstante, Meteletsa aprovecha el hecho de ser pionera para lograr una apariencia novedosa. Las frías estepas rusas son un escenario bastante propicio para poner en aprietos a los supervivientes de un apocalipsis ‹zombie›. El clima helado y las dificultades que ofrece la vida allí aportan un marco locativo interesante y no visto antes.
La película empieza recordando a la patria REC, con unos reporteros de Moscú que pretenden grabar cierto reportaje sobre una manifestación política en una ciudad de la estepa. El equipo, compuesto por el periodista y el cámara, se encuentra con una tormenta de nieve pese a ser pleno julio. Algo extraño sucede en el aire. Los cadáveres comienzan a aparecer y pronto descubriremos que los ‹zombies› han tomado la ciudad.
Lo cierto es que es todo un poco delirante. No llega a resultar aterradora en ningún momento, pero sí que consigue sacarnos una sonrisa. El argumento podría estar sacado de cualquier Resident Evil (lo cierto es que los apocalipsis ‹zombies› no dejan mucho pie a la innovación) Y sin embargo, el punto está en el tono de sátira social y política que, voluntaria o involuntariamente, se consigue. La política de la ciudad, quizá una radiografía de la Rusia del siglo XXI, juega un papel muy importante a la hora de tratar de detener el apocalipsis, así como la religión. Tendremos al gobernador de la ciudad, al sacerdote ortodoxo, a la mujer que huye de su marido para reunirse con su amante…
Los personajes están construidos de una forma histriónica y exagerada que no nos transmitirá nada de miedo, ni de suspense, ni de lucha por la supervivencia. Pero sin duda nos echaremos unas risas viendo como cada uno de ellos sobreactúa, llegando a ser una parodia de sí mismos. Especialmente remarcable es la escena en la que tratan de teorizar sobre como se ha producido la invasión de estos muertos vivientes, en la que se hacen hipótesis que van desde la política internacional hasta el terrorismo islamista.
En cualquier caso, y pese a su argumento pretendidamente de terror, Meteletsa nos hace pasar un buen rato de puro absurdo. Hay que entender que el escaso presupuesto no permite tampoco hacer un gran despliegue técnico, y por tanto, los efectos digitales, aunque muchos y profusos, son del siglo pasado como quien dice. Parecerá que estamos viendo uno de esos maravillosos clásicos de los años 70 que, a falta del recurso, encontraba su fuerza en la historia y los actores.
Aunque todos realizan una labor excelente, quizá el protagonista, Mikhail Borzenkov, que ejerce de Konstantin, el reportero, se quede un poco retrasado respecto a las interpretaciones de sus compañeros. Tal vez sea por su gesto serio y adusto mantenido siempre, o por el hecho de que no transmite ese liderazgo necesario para un protagonista de este tipo de films en ningún momento.
En resumen, que si uno quiere pasar miedo, quizá esta no sea la película adecuada. Pero para aquellos nostálgicos del cine ‹zombie› de hace tres o cuatro décadas, esta debería resultar una película de obligado visionado.