Se ve que la familia es como el alcohol. Causa y a la vez solución. Y como Mellow Mud: mientras más se envejece y pasa el tiempo, mejor y más agradable es el resultado y el sabor que dejan en nosotros. Porque, como buen cine europeo destinado a festivales, Mellow Mud es claramente un drama, pero un drama interesante, que juega siempre a ser desesperanzado y a dar esperanzas. El espectador se implica desde el principio en la trama, principalmente porque su protagonista tiene una meta clara, pero también porque la dirección tiene un enfoque ambivalente y de cuestionamiento existencial nada trascendental en su forma (a pesar de ser cine europeo en su definición más obvia, obviando el sexo… que aunque está, nunca se ve).
Ganadora de un Oso de cristal Generation 14Plus en la Berlinale 2016 (apartado dedicado al cine con protagonistas jóvenes), y con el protagonismo prácticamente total de la actriz Elina Vaska (nieta del compositor Peteris Vasks), Mellow Mud nos muestra un año en la vida de Raja y su hermano pequeño Robis. Sin padre, y con la madre de ambos viviendo y trabajando en Inglaterra, los dos conviven con su abuela. Un día, esta última aparece muerta en casa (por causas naturales) y Raja se ve obligada a sobrevivir de todas las maneras posibles sin que nadie se percate de tal pérdida, pues esto les llevaría a un orfanato, al ser todavía menores. Mientras tanto, en paralelo, Raja busca la forma de llegar hasta su madre y descubrir qué es de su vida.
Una película que muestra poco, lo justo, pero de una naturaleza interna profunda. Lo ordinario que sucede tras algo fuera de lo normal. La naturalidad de la marginalidad, al menos como punto de referencia para la percepción del espectador. Un progreso invisible y a veces ingenuo, como si se percatara de su dramatismo. Quizás en esa mezcla radique su interés, en ese equilibrio bien buscado y encontrado. También en la gran actuación de sus protagonistas. Un retrato sutil de los detalles que nos marcan o nos forman el carácter, desde la soledad a la experiencia del primer amor o la amistad.
Aunque visualmente estamos ante una obra elegante y contemplativa (incluso al dar forma al fango), las imágenes destacan al unirlas al sonido, o a la falta de él, en muchos casos. Una especie de señal aclaratoria que indicara dudas que debemos plantearnos. La protagonista, muchas veces en situaciones desesperadas, toma caminos moralmente reprobables o incluso legalmente penados, pero siempre quedará esa duda en el espectador. Eso es mérito de Renars Vimba, realizador y guionista. El creador de un potente drama orientado a ciertas dosis de optimismo, con un personaje perseverante hasta el colapso, al menos hasta obtener lo que busca. Dicen que cuando vives en el barro, no es que te contentes con salir de él, es que al salir ya eres feliz, porque estás fuera. Sólo con eso basta. Aunque claro, de esas muestras de felicidad sacan provecho los que tienen todo y siempre quieren más, aunque sean tus abuelos o tus padres, mismamente.