La figura femenina de Medea responde a un personaje mitológico relacionado con el arte de la brujería. Según se cuenta en la leyenda, su perfil está también relacionado con la traición, la venganza y un hondo componente identitario, de vagar por las tierras tratando de encontrar su sitio en el mundo. Irene, protagonista de Medea Miracle (Médée Miracle) parece responder con bastante fidelidad a este retrato. Ella, antigua cantante que prácticamente contaba las noches de su vida por amantes distintos, abre un capítulo en su existencia al instalarse en París con Jasón y sus dos hijos pequeños. Sin embargo, los problemas no tardan en aparecer por la sensación que Irene tiene de haber sido traicionada por aquel a quien creía amar y su ánimo de tomarse la justicia por su mano, amén de su fuerte personalidad, le llevarán a tomar decisiones difíciles. Por el camino, los ciudadanos franceses de su alrededor no cesarán de reprocharle su carácter de extranjera y el hecho de que no se haya sabido acoplar al estilo de vida que se lleva en el país galo.
El director italiano Tonino De Bernardi no resulta demasiado conocido por estos lares, pero en 2007 consiguió situar a la gran Isabelle Huppert en el foco protagonista de esta película que trata de otorgar una nueva perspectiva al ya comentado personaje de Medea. Con una mezcla visual sugerente, que combina planos construidos con cámara en mano y escenas interiores en las que la luz juega un papel clave, Medea Miracle persigue el camino de su protagonista por un mundo que parece más extraño de lo que debería, donde nadie resulta digno de confianza y en el que cualquier gesto puede ser malinterpretado. La narrativa del film busca huir de lo lineal y nos ofrece varias secuencias que, implícitamente, nos remiten a un tiempo pasado e incluso a una posible resolución alternativa de las mismas, aspecto clave para que nos sintamos parte del personaje de Irene y comprendamos las cosas a las que se enfrenta.
La primera parte del film discurre por esta vía que De Bernardi marca a su obra. Las escenas que nos muestra el cineasta transalpino poseen un gran poder a la hora de definir esa cara oculta de la vida de Irene, captando la esencia misma de su nebulosa persona pero, asimismo, evitando hacerlo de manera explícita, emplazándonos a interpretar el relato desde otro punto de vista. Tal recurso cinematográfico va acompañado, eso sí, de una limpieza expositiva que facilita todavía más que aumente el interés por seguir descubriendo esa faceta de Medea que acompaña a la protagonista. Precisamente esta fuerza de voluntad en términos de desarrollo argumental se pierde en el último tramo de cinta, cuando Medea Miracle deriva hacia una senda bastante más plana, que no pierde conexión con sus referencias mitológicas (de hecho, las agranda) pero que sí se difumina en su sentido narrativo y pierde buena parte del gancho que hasta entonces había logrado tener.
Como suele ser habitual cada vez que su nombre se asocia a una obra cinematográfica, Isabelle Huppert se convierte en el mayor valor cualitativo de la película. Decía Tonino De Bernardi que pasó bastante tiempo desde que ambos se conocieron hasta que trabajaron juntos en Medea Miracle, y que no puede esperar para volver a trabajar con ella próximamente. Lo cierto es que el director debió de quedar más que satisfecho con la caracterización del mito de Medea llevado a cabo por la intérprete parisina, ya que esta pone a disposición del conjunto todo lo necesario para elaborar la personalidad y actitud de Irene, con una mirada penetrante y un profundo tono de voz que refuerza el carácter misterioso de la protagonista, convirtiéndose (si no lo era ya) en el principal reclamo de la obra.