Esta película argentina constituye la ópera prima de Hernán Rosselli y su esquema bien podría encajar en ese cine de la calle que rebusca determinadas realidades en la vida cotidiana para plasmarlas, sin adjetivaciones ni exageraciones, en un producto audiovisual que no intenta un éxito comercial sino más bien una reflexión.
Todos los instantes de la película se autolimitan a enfocar un estilo de vida paciente, silencioso y oculto, tan rutinario que parece normal la existencia de actos irregulares que conviven en una esfera costumbrista, donde lo que debería ser tangencial forma parte del núcleo que da movimiento a toda una micro-sociedad.
El argumento de la cinta es muy sencillo, aborda el oficio que realiza un ciudadano común y corriente, llamado Mauro, que hace circular billetes falsos en los mercados informales de su ciudad o en sitios de distracción nocturna. Al ser muy conocedor de esta actividad, decide junto a un amigo, ponerse un taller nada sofisticado de serigrafía, pero que le permita independizarse en el “arte” de la falsificación de las monedas.
Rosselli no hace más que dejar que todo fluya en el filme y que la cámara se acomode como sea en la estrechez de las habitaciones, del taller, de las discotecas, etc., y presencie momentos que por sí solos configuren la personalidad de Mauro y las características de su entorno. Veremos cómo este personaje es uno más en la sociedad urbana que trata de sobrevivir el día a día, en este caso comercializando un dinero que no tiene ningún valor económico, pero es útil no sólo para estafar sino además para entablar relaciones humanas con negociantes, con gente que se cruce en la calle o con alguna chica que se encuentre en un bar.
La película no cuestiona ni alaba la referida actividad delictiva, deja que esto lo juzgue el espectador a su manera. Sólo enfoca una manera de vivir y una subterránea alternativa laboral, que engloba mucho aporte creativo y artesanal, con el aliciente de que este accionar contiene un componente emocional que otorga un sentido de aprobación a sus gestores. Ellos querrán ver, artificiosamente, que el inconfundible rostro que tiene cada billete elaborado clandestinamente les sonríe o les mira de otra manera apenas recibe un estímulo de movimiento. Este hecho fantasioso no hace más que reafirmarles un camino por el cual transitar, aunque no sepan qué objetivo alcanzar.
Mauro contiene un interesante montaje que no pretende mantener un paralelismo con la trama principal del filme ni con sus diálogos, sino que busca construir una serie de momentos que describan un ambiente, un esquema social y una forma de ser de los humanos. Esto hace que la película posea una atmósfera que abarca aspectos que para algunos pueden ser insignificantes, pero son válidos en el dibujo de realidades que tienen mucho sentido en el comportamiento de un ser y de su supervivencia en un mundo materialista e idealista a la vez.
Este gran compendio de elementos sociológicos hace que Mauro sea un buen espejo de una clase social golpeada o históricamente olvidada, cuyos individuos se van ubicando, de acuerdo a la ocasión, en una serie de actividades que de un sentido a su existencia y que pueden ir desde jugar un partido de fútbol en el barrio, hasta ver una película en familia o incursionar en el rebelde mundo del rock o, también, en dejarse llevar por la moda estridente del reguetón.
La película posee un estilo cuasi documental, se nota que su producción es muy austera en recursos y escenarios, pero efectiva en ambientaciones. Cuenta con actuaciones ciertamente convincentes, sus intérpretes parecen ser extraídos de un buen muestreo de la masa popular. En algunos tramos, se opta por incluir filmaciones caseras para que den un sentido comunicacional a un relato en ‹off› de alguien que intenta contar la historia de su vida y de este modo pretender que todo el mundo le ayude a encontrar una explicación, o mejor dicho, una justificación a su comportamiento social.
Una buena propuesta independiente del cine argentino, que no se cansa de escudriñar en esos lugares profundos y en esos seres cuestionados y cuestionadores de sistemas castigadores, caducos o injustos.
La pasión está también en el cine.