La vida da muchas vueltas, y, por lo visto, todas son malas. Las películas pueden ser buenas, y, visto lo visto, tener partes malas o regulares que, a pesar de todo, no terminan de empeorar el conjunto.
Debo decir, antes de empezar, que no soy el espectador ideal para los triángulos amorosos algo dramáticos, ni aunque estén contados con sobriedad, ni aunque escondan grandes o pequeñas críticas a la Sociedad o a la Economía, ni aunque estén llenos de poesía y de imágenes que muestran más de lo que hay en apariencia. No soy fan de esta clase de cintas porque me cuesta creer que la felicidad dependa de otra persona que no sea uno mismo y porque, aunque entienda que haya gente que viva de esa forma y hasta le cueste superar ciertas vivencias… dos hostias os daba.
— Primera parte:
En el año 1999, tres amigos, que lo son desde la infancia (aparentemente), no son tan amigos a nuestros ojos. Después de escuchar a Pet Shop Boys y esa canción suya que todavía se puede oír en un montón de campos de fútbol, uno se cuestiona ciertas cosas a lo largo de 45 minutos: ¿la amistad entre hombres y mujeres existe? Se ve que sólo hasta que uno de los dos quiere tener algo más. ¿Si la amistad se rompe así de fácil, era amistad? Lo importante es poder tener gente con quien salir a tomar algo. ¿El amor se mide por el nivel de los regalos que se dan? En un principio sí, pero luego el tiempo dirá qué valor nuevo le das. ¿Y qué pasa con el dinero? ¿Será que el dinero no da la felicidad, pero te puedes comprar una familia con él?
Más tarde, según avanzaba esta primera parte, varias dudas nuevas se pasearon de nuevo por mi mente, a saber: tres amigos, ¿dónde?; pero, ¿por qué? Nadie te obliga; madre mía, aquí el que no corre vuela; leches, bailar en la discoteca es lo más; que me cambien el título de la película por El dinero mueve montañas.
Ah, pero seamos pacientes, que también puede ser una crítica a la occidentalización de China o al capitalismo salvaje y a las ansias de pillar dinero a toda costa en la vida. Hay que esperar todavía dos partes más para saberlo con certeza.
— Segunda parte:
Acaba el drama, empieza el melodrama, ¿o será al revés? Es al revés. Las cosas cambian y los personajes también, poco a poco. Los tres amigos, que no lo parecían y que, de hecho, se querían cepillar —en plan romántico— a la amiga que equilibraba el triángulo, más que otra cosa, han hecho sus vidas y a lo tonto han pasado 15 años desde que les dejamos en la primera parte.
Esta parte, la más destacada y la mejor de las tres, nos permite apreciar más a fondo a cada personaje y su entorno, las nuevas consecuencias de sus actos pasados y sobre todo del paso del tiempo y de lo que ha estado pasando en su país, donde el capitalismo sigue en aumento, al igual que la corrupción.
— Tercera parte:
No sabría decir si esta parte es mejor o peor que la primera, lo que está claro es que el desequilibrio y la irregularidad son una constante durante las dos horas de metraje. Aun así, esta parte al menos no necesita de una sinopsis que nos diga qué ha pasado antes para darlo por hecho cuando ocurre lo que tiene que ocurrir. Eso sí, de nuevo el mensaje queda claro y su reiteración no hace más que, eso, reiterarse y ser repetitiva. Roza la moraleja y la moralina y nos aleja de la historia de los tres amigos protagonistas.
— Final:
Y de repente se da una escena final sencilla y hasta fuera de lugar, y te vas a casa con buen sabor de boca y a la vez algo triste o melancólico por todo lo visto. Luego lo piensas un poco más y dices: la vida da muchas vueltas, y es posible que todas sean malas, pero es lo que hay y se hace frente como se pueda.
… En fin, no toméis el cine como referente para aprender de la vida o para calibrarla, o acabará por dejaros secuelas bastante negativas y sin ganas de vivir… A mí, por ejemplo, ahora mismo me apetecen unas empanadillas chinas.