A todos nos dicen de pequeños que lo importante es participar o que a veces perder es ganar o algo similar para tratar de animarnos después de une derrota particularmente dura. Quizá para reafirmar este tipo de frases uno podría poner una película de Mariano Barroso. El catalán es especialista en enfrentarnos a historias, personajes y escenarios rotos. Su última película, Todas las mujeres, muestra a un hombre que va perdiendo a todas las féminas de su vida.
Otras películas muestran este tipo de personajes que, al final, no salen triunfantes. Incluso se podría decir que Barroso es especialista en mostrarnos la cara amarga de las oportunidades y las revoluciones. Como aquella gran adaptación de En el tiempo de las mariposas o la ilusión truncada de Ernesto Alterio en Kasbah. Aunque quizá el mejor exponente de su cine sea Hormigas en la boca, basada en una novela de su hermano Miguel.
La película nos sitúa en la Cuba prerrevolucionaria, poco antes de la subida al poder de Fidel Castro. En un ambiente como el que se vive en La Habana, dónde los buscavidas se mueven como pez en el agua, Martín, interpretado por Eduard Fernández (Actor talismán para nuestro director de la semana) sale de la cárcel, donde ha estado condenado tras asaltar un banco, tras diez años y viaja a la capital cubana para buscar a su antigua amante y cómplice y encontrar el dinero desaparecido.
A través de esta historia de búsqueda y venganza, Barroso nos plantea un interesante ejercicio de cine negro clásico, muy basado en el propio cine negro norteamericano (Lugar de formación de este cineasta) Por lo que muchas veces nos encontraremos ante un guión de mucho ruido y pocas nueces. Sin alcanzar nunca una profundidad que le daría a la película mayor riqueza, entretiene gracias a sus secuencias de acción.
Y es que, aunque sea un director que es capaz de sacar lo mejor de sus actores, pues las interpretaciones en sus cintas siempre son dignas de elogio, los personajes secundarios nunca acaban de desarrollarse del todo, se muestran como si fueran un iceberg. Vemos un poco su superficie, pero no lo que subyace. Es mucho más lo que nos queda por descubrir de ellos que lo que se muestra. En Hormigas en la boca, los personajes de Freddy o de Julia tiene una presentación inconexa cuanto menos, por lo que la historia que se pretende contar flojea, no se entiende bien.
Aunque todo esto contrasta con el protagonista, que, como decíamos al principio, siempre es un perdedor, un anti héroe. Las cualidades del personaje principal en las películas de este director, sobre todo las morales, suelen brillar por su ausencia. Y, a pesar de todo, Barroso sabe humanizar al personaje, darle la vuelta de tal modo que podamos identificarnos con él. En este caso, Martín deambula a medio camino entre la ausencia total de escrúpulos y la ambición sin límites, pasando por un toque de venganza fascinante. Aun así, somos capaces de empatizar con él, de entenderle, de ponernos en su piel. Ese es el gran valor que ofrece el realizador catalán.
También debemos mencionar el apartado musical. La banda sonora de estas películas merece un punto y aparte. Las melodías, siempre bien escogidas, ayudan a dotar de algo de carácter a ese guión que suele ser tan flojo, pero sin distraer nunca la atención del espectador. Lo cierto es que a Mariano Barroso se le nota el cuidado que pone en tratar de combinar con acierto todos los elementos de la película antes de hacer aquello que es su especialidad: conseguir que sus actores saquen lo mejor de sí mismos.