Más allá del vínculo establecido por Makoto Shinkai con un fantástico que ha anidado en su cine como un elemento indispensable, como aquello sin lo que ya no se concibe la obra del autor de Your Name, de entre su transparente narrativa y ese cada vez más sublimado aspecto visual cabe destacar un inusual intimismo que no suele faltar en ninguno de sus trabajos, tomando forma en cintas como el mediometraje El jardín de las palabras o el cortometraje Someone’s Gaze, una de las pocas propuestas más personales que ha elaborado en ese formato en los últimos tiempos ante las distintas piezas publicitarias que le han ido ayudando a avanzar en su carrera; y digo inusual intimismo, especialmente porque quizá esta última sea una palabra que se antoje extraña en un mundo como el del anime, tan acostumbrado a gestos enfáticos y bandas sonoras arrebatadoras a todo volumen que parecen contravenir precisamente ese concepto. No obstante, no cabe duda que en el cine de Makoto Shinkai siempre hay espacio para una intimidad que se desarrolla con naturalidad, lejos de los rasgos de esos relatos que por norma general intensifican sus constantes, sobre todo en las sacudidas finales que preparan el terreno para esos últimos actos tan intensos como absortos en un universo reconocible y capaz de captar una fascinación que por algo ha logrado enamorar a espectadores de toda índole.
Volvamos, sin embargo, a esa rara cualidad que posee la obra del nipón, y que se podría decir copa esta Someone’s Gaze, alejada por completo del imaginario habitual del cineasta, y dirimida para la ocasión en un entorno familiar que es el que compone esta diminuta crónica que nos ofrece. La relación entre una hija y un padre, desdibujada por esos sentimientos contradictorios que nos toca afrontar en ocasiones, y que nos alejan de nuestros seres más queridos, se proyecta como epicentro de una pieza cuya calidez deriva de la sencillez con que retrata esos pequeños fragmentos cotidianos que no resulta difícil identificar: basta con enfrentarse a sus segundos iniciales para comprobarlo, donde la convencida voz en off que conducirá el relato acompaña una de esas estampas comunes que Shinkai tiñe de una patente desazón sin apenas esfuerzo, con la simple descripción de uno de esos momentos que componen el día a día, para comprobarlo.
Como en su último largometraje, esa Suzume que llegaba a la cartelera el pasado viernes, Someone’s Gaze vuelve sobre los pasos de una memoria que es conveniente no desatender, y que su protagonista retoma para comprender la importancia de saber compartir esos instantes que en ocasiones se nos escurren de las manos intentando confrontar una faceta afectiva que ni nosotros mismos podemos comprender. Someone’s Gaze no supone, en ese sentido, una glosa en toda su extensión de aquello que hace la obra del realizador un rincón al que volver para muchos, pero sin duda manifiesta una sensibilidad ante la cual no se antoja complicado llegar a ciertos puntos recurrentes y, en especial, rendirse ante la virtud de esa evocación que Shinkai captura de una forma tan sencilla como natural: un hecho que se desprende de esos mosaicos que nos entrega de tanto en tanto, y que más allá del esplendor de sus imágenes y del cada vez más depurado trabajo visual siempre tiene algo que ofrecer, y eso no es algo que muchos puedan decir.
Larga vida a la nueva carne.