Según un informe publicado en noviembre de 2021 y realizado por Transgender Europe (TGEU), institución que recoge datos a nivel mundial a través de instituciones trans y LGBTQIA+, Brasil lleva siendo el país que más mata a personas trans en el mundo desde hace 13 años. Informes, datos y números que resumen motivaciones, impulsos y acciones de asesinos y asesinades, pero también de lo que existe (porque no muere) a su alrededor, incluyendo daños colaterales, silencios cómplices y odios terribles (como los de las tránsfobas reaccionarias que se intentan apropiar del feminismo para su ideología en contra de los derechos humanos).
En Madalena, el primer largometraje del director Madiano Marcheti, existe una denuncia extrañamente cautivadora de esa realidad, utilizando para ello la ausencia prácticamente total del personaje que da nombre a la cinta en tres actos diferentes, todos relacionados con Madalena. En el primero, conocemos a Luziane, que representa la preocupación por la persona desaparecida. En el segundo, seguimos a Cristiano, el hijo de los magnates agrícolas locales, en cuyo campo encuentra el cuerpo de Madalena. Por último, Bianca, quien recuerda anécdotas del pasado junto a un grupo de amigas trans de la asesinada. Entre medias, un cuarto protagonista enigmático y visualmente imponente: el paisaje y la naturaleza de las regiones rurales de Brasil, en concreto de Mato Grosso del Sur, donde la explotación de la soja es descomunal.
Aunque los tres primeros personajes no se conocen ni parece existir ningún vínculo entre ellos, el espíritu de Madalena sobrevuela por todos ellos a través del realismo mágico usado sutilmente por Marcheti, que traza así una interesante mirada sobre la sociedad brasileña a partir de sus particulares historias. Sin embargo, es quizás esta falta de conexión la que hace que la película sufra de un problema de cohesión, siendo este el principal defecto del guion. Lo interesante, al menos para mí, es que este problema de cohesión también es, en cierto modo, un acierto. Sí, porque la opción de centrarse en tres personajes más o menos cercanos a la víctima hace todo más misterioso y propicio para la reflexión sobre las violencias latentes, que afectan a cada uno de ellos de distintas maneras, por lo que se deja entrever a lo largo de la trama (una por mujer y encima pobre, otro por homosexual, aunque sea rico, se intuye, y la última por el mismo motivo que su amiga).
Estamos ante una película en general bien construida y donde cada detalle es necesario para entender la siguiente escena, que trata un tema relevante y de plena actualidad que no busca acabar con los prejuicios de las malas personas, pero sí que estas dejen que las realidades que ellas no aceptan puedan existir en paz. Si por un casual todo esto no te interesara como espectador, la película también reflexiona sobre la deforestación y la política económica de exportación brasileña, donde una selva tropical es constantemente atacada por un ejército de organismos modificados genéticamente al servicio de la agroindustria de alta tecnología. Pero si esto también te resultara insuficiente, queda un rincón de reflexión sobre cómo tanto humanos como otros animales nos adaptamos a los cambios y seguimos adelante, expresando un nuevo sentido del lugar y de la existencia en función de cada etapa. Por todo ello, a pesar de ser una película visualmente muy bonita, al final la sensación es de injusticia y tristeza, centrada en personajes que son discriminados por gran parte de la sociedad de una u otra manera, y cuyo principal halo de luz queda en mostrar la belleza que aparece cuando se nos deja celebrar la vida de verdad.