Mad Cats o cómo el animalismo se puede convertir en brutalismo y cargarse su propio mensaje concienciador de: a los gatos los dejas en paz, patán abusador.
Reiki Tsuno, director debutante que como tantos otros ha conseguido soplar fuerte la flauta hasta llamar la atención, coge una idea genialérrima, da un salto al vacío y… se estrella estrepitosamente contra el suelo salpicando a todo el mundo. Vale, me he cargado Mad Cats en una frase, quizá sea cierto que a veces un teaser trailer supera con creces las expectativas generadas hacia una película y, además, contamos con la experiencia de Tsuno como montador de trailers en su país natal, pero como diría nuestro ‹influencer› favorito de los bajos fondos del terror en Cine maldito: «això és de traca i mocador».
Dicho esto y una vez bajadas las expectativas con respecto a Mad Cats, vamos con las deidades de una película singular y referencial que se gusta a sí misma. Taka, como buen prota de peli humorística japonesa, es un tipo vago, maleante y gritón, que se ve metido en la aventura de su vida al tener que salvar a su hermano. En unos pocos gags iniciales, Tsuno descarga toda su energía al dejarnos claro que no busca que nadie tome en serio este símil de videojuego y serie B, donde las mujeres a las que combatir son gatas metamorfoseadas en máquinas de matar que intentan impedir al joven salvar a la princesa del castillo (sí, su hermano, amante de los gatos).
La idea da pie a la fantasía, embarcándonos en una ‹road movie› con un trío errático que desgasta la fórmula del humor autoconsciente pero que sabe sobrellevar el ritmo haciéndonos partícipes de las virguerías que llevan a cabo sus particulares asesinas. Al fin y al cabo, estaría feo no valorar el “¿y sí?” con el que conceptualiza la forma de atacar de cada una de estas trece féminas a una personalidad representativa de felino —los gatos no tienen razas, tienen personalidades psicóticas particulares y punto—. Tsuno ha visto mucho cine de bajo presupuesto y es algo que sabe manejar en una limpísima fotografía que intenta mezclar conceptos videocliperos y de novela gráfica con otros de cine negro, ‹wuxia›, ‹buddy movies› y aventuras, que en ocasiones no consiguen aportar algo de fondo a su constante evocación a la gracia. Quizá falla que al centrarse tanto en la estética, Mad Cats pierde el rumbo a la hora de volverse loca y tirar la casa por la ventana, por lo que la prometedora premisa no llega a eclosionar y se vuelve un tanto repetitiva en esta caza del ratón por parte de las gatas.
Puede que el salseo no esté equilibrado pero, visto en perspectiva, no deja de ser una entretenida ida de pinza de un director buscando llamar la atención con una de esas películas que nacen con el objetivo de ser disfrutadas en colectivo, con un ambiente ruidoso, dispuesto a celebrar cada batalla jaleando. En efecto, muy Sitges. Pero en solitario, zarandeando la pantalla para ver si es capaz de tener más gracia la película, no funciona igual. Muy a favor, eso sí, de la canción que apostilla el final de Mad Cats, pegadiza y ultrapop, junto a la intención de recalcar que a los gatos se les quiere sean furiosos y erráticos o cachitos de cielo. Nunca se sabe en qué realidad alternativa tendremos que vérnoslas con su venganza si no nos comportamos con ellos debidamente.
