Cantautor de enorme relevancia en la escena indie musical desde finales de los años 90, Nacho Vegas es el hilo conductor de este documental que pretende enfocar una óptica transversal a la ciudad de Gijón como escenario social y cultural, así como un espectro urbanita que una vez supuso un epicentro musical nacional. Y es que Vegas es un elemento inherente de eso que se llamó Xixón Sound, aquella explosión artística de una serie de bandas locales que se hartaron de girar por todo el país con una marca musical inexistente, pero que gracias a la espontaneidad conjunta de su inclusión en el mercado originaría una manufactura de origen clave en el margen menos convencional del panorama cultural del país, ajeno al éxito popular pero de enorme impacto en la escena underground.
El Xixón Sound, y por ende Nacho Vegas, son dos elementos fuertes en este documental dirigido por Alejandro Nafría, pero no su principal foco de exposición; si bien algunos músicos pertenecientes al movimientos se dejarán ver por la pantalla, y la misma cámara perseguirá al ex de Manta Ray por varios de sus episodios de rutina diaria, Luz de Agosto en Gijón se bascula más en ser un retrato del estado presente de una pequeña localidad, con un rico pasado industrial que confluyó con una escena artística que se vivía principalmente en las calles, y que ahora goza de un decaimiento a todos los niveles donde tan solo el recuerdo permite dejar vivo lo que anteriormente fue una centralización de energía; la misma con la que los trabajadores salían a defender sus derechos, o la juventud supuraba entre bar y bar una iniciativa musical basada en la naturalidad (y que originó el ya citado y ahora tan recordado Xixón Sound), colocando una ciudad levantada por el énfasis de sus habitantes, y que parece sufrir una involución dramática representada por un inesperado cambio político que ha hecho gobernar a la derecha en una región caracterizada por la lucha sindical.
Con Gijón como epicentro, la utilización de la figura de Nacho Vegas sirve para cubrir ciertos prismas de la localidad; no solo el musical, inseparable teniendo al cantautor de protagonista, sino también el social, cuando descubrimos que el retrato cotidiano de Vegas tiene como telón de fondo el concierto para la PAH Asturias, la también llamada Plataforma de Afectados por la Hipoteca, uno de los mayores males caídos en el ciudadano de a pie en la temida crisis económica sufrida en los últimos años. Por ello, el documental, que se sumerge por muchos de los característicos rincones de Gijón, propone el retrato preciosista de una ciudad sumida en una triste decadencia, exacerbada cuando los rostros a los que se da voz recuerdan cuan luminosos fueron los años pasados: la riqueza artística, la vida de las calles e incluso la fuerza del pueblo, que ahora ha dado paso a una ciudad sumida en la melancolía.
Luz de Agosto en Gijón realza esa visión de Gijón como ciudad cambiante, vista además desde la óptica de los allegados de uno de los mayores baluartes artísticos de la localidad; quizá forzado con la poca espontaneidad escénica de algunos de sus participantes, y que su ímpetu reflexivo se ubique de una forma demasiado evidente desde un ideario político muy manifiesto, el documental es un fiel reflejo de una ciudad que ha sufrido una importante oscilación, involucionada hacia la pasividad (“ciudad vampira”, se la tilda en cierto momento), y donde la esperanza se ubica en el despertar de la vigorosa vitalidad del pueblo; la misma, que en su día dio luz a la multitud de bandas que se comieron la escena indie del país con una marca de origen (aún entendiendo que el sonido Gijón, como tal, nunca existió), y que supusieron los mejores embajadores de una ciudad de enorme poderío artístico, con un empuje urbanita que alzaron a Gijón a ser todo un referente. Y de eso habla Luz de Agosto en Gijón, de la necesaria revitalización de un espacio ahora ahogado por una monotonía que se espera que no alcance un grado irreversible.