En el mundo de la animación hay vías infinitas para generar el combustible que permite seguir dando forma a sus ilusorias intenciones. Entre múltiples obreros incansables que transforman estas ficciones en imagen encontramos a los observadores —aquellos que fotocopian la realidad hasta en el más mínimo detalle pero eliminan esa misma realidad utilizando trazos que se asemejan a lo cotidiano—, los recolectores —autores que, innoven o no en la imagen, deciden homenajear siempre hazañas cinéfilas de otros, insuflando algo de humor a escenas que todos recordamos (algo muy útil en la animación 3D)— y los inventores —son esos que pierden los límites y entienden que en el formato animado no tienen la necesidad de regirse por convencionalismos, es precisamente el medio más amplio para crear de la nada y superar la barrera de lo imposible—.
Precisamente Masaaki Yuasa es un experto en romper con lo imposible, en ir un poco más allá de lo permitido por la lógica, y con Lu Over the Wall rompe una barrera para acercar dos realidades: la táctil y la imaginativa. Yuasa puso de manifiesto su intención de romper con la narración clásica con su absolutamente explosiva Mind Game, que combinaba todo tipo de estilos de animación y que podía hacer estallar tu cabeza con tanto grito. Allí se tomaba su tiempo para desafiar a los valientes, y por supuesto nos ganaba la partida a todos.
Este año ha sido capaz de desdoblar su inventiva con una historia tan encauzada al mundo adulto (y muy fiel al estilo «todo vale» de Mind Game) que su energía inagotable no hace más que sorprendernos como Night is Short, Walk on Girl. Pero ha sido con Lu Over the Wall donde hemos visto que también se ha atreve con el «niños, venid a mí» y aquí es donde ha demostrado que sabe conectar a todos los niveles con el público, si lo que el público quiere es que alguien cree un universo único solo para sus ojos. Y así llega uno a ser el ganador del Festival de Annecy.
Esa es Lu Over the Wall, una historia donde convive la aventura y el drama, donde la diversión y la música son los nexos de unión más hábiles entre los viejos cuentos de pescadores y los adolescentes descreídos. Tan fácil como cruzar al joven Kai con una pequeña e inquieta sirena, Lu, capaz de poner patas arriba un poblado, demostrando que hay algo más allá del muro de contención que creamos en el día a día.
Aunque Yuasa abre sus brazos para que nos refugiemos en sus historias, a veces es difícil seguirle el ritmo, pero con esta película ha tenido el valor de anclar el barco, apretando un poco más ese abrazo, para que nadie se quede varado. Un sinfín de personajes excéntricos, encantadores o inesperados, que chocan con aquellos que están asentados en la normalidad crean una amalgama de sentimientos ilusorios acompañados de mucho color y grandes sorpresas. Todo lo que se le pide a un inventor en la animación. En esta ocasión sabe combinar la ternura que emiten sus bichos de agua como rayos catódicos e intentan enamorarnos a partir de los conceptos más abstractos (y otros efectistas, que también son válidos) con una historia más convencional surcada de ideas inteligentes pero soñadoras. Ahí está el riesgo, el invento: coger un mito y renovarlo hasta que parezca algo insólito y novedoso.
Eso es todo lo que se le podía pedir a Lu Over the Wall, un poco de ilusión y risas, que es lo que sin duda nos va a dejar pegados en la butaca. Y eso es lo que Yuasa nos lanza a cubos, unos llenos de confeti de colores.