Llueve en una calle cualquiera, de cualquier ciudad, conocemos a nuestra protagonista a través del espejo retrovisor del coche, limpiándose las lágrimas mientras Sinnerman suena en la radio. Cada vez que el coche arranca, la voz desesperada de Nina Simone nos golpea mientras nos cuenta la historia de un pecador que no sabe hacia dónde huir, que busca refugio en rocas, mares y ríos, hasta que al final el Señor le da una respuesta: El diablo le está esperando.
El uso de esta canción no es casual. Al igual que en Sinnerman, desconocemos cual fue el pecado, desconocemos como Louise, una mujer divorciada cerca de la cincuentena duerme en un coche, se ducha en estaciones de servicios, mantiene una relación distante con su hija y tiene que hacer horas extras fuera del hotel donde trabaja para pagar sus deudas. Y sí, Louise ve el diablo algunas noches, y le da por llorar o por beber, aunque siempre que puede, prefiere bailar. Personalmente para mí, ahí reside su grandeza, tocar la miseria, la soledad, el olvido con las manos, estar cerca del diablo y aun así, busca la fuerza para seguir adelante. Louise Wimmer es una heroína, una heroína cualquiera, de esas que pueblan el mundo, sin ocupar portadas. Estas batallas, al parecer, carecen de valía.
La actriz que la encarna, Corinne Masiero, una actriz de teatro, telefilms y dueña de una veintena de roles casi invisibles, se ha convertido a sus 47 años en actriz revelación, tanto que su siguiente papel ha sido a las órdenes de Audiard en De óxido y hueso. Decir que es una de las mejores actuaciones del año, es lo mínimo, ya que Corinne construye un personaje rico en matices, capaz de resultar fea y atractiva, débil y fuerte, de una aspereza insólita que imposibilita cualquier tipo de empatía con ella. La película se centra en ella, en ningún momento, se detiene en los personajes satélites que la rodean, al igual que anteriormente hicieron Bresson en PickPocket o Scorsese en Taxi Driver, la única realidad que conocemos es la suya. El director y guionista, Cyril Mennegun nos presenta así su opera prima. La experiencia previa de este director, es un mediometraje documental de bajo presupuesto llamado Tahar l’etudiant (2005) donde sigue la vida de un joven por un futuro más próspero (Si os interesa saber que fue de este joven, decir que se llama Tahar Rahim y que en 2009 impresiono al mundo con su actuación en Un Profeta)
Durante los 80 minutos del metraje, seguimos a Louise Wimmer en un presente triste y vacío ocupado entre un trabajo mísero como limpiadora; la venta de objetos personales para poder pagar deudas; momentos de felicidad fugaz entre hombres y copas, pero sobre todo gestos cotidianos (Ducharse, maquillarse, peinarse, cambiarse de ropa, comer) gestos que para nosotros no representan nada más que rutina diaria, pero para ella, es una batalla, una batalla que dejo de ser vergonzosa hace tiempo. Pero Louise no mira al diablo a los ojos, se amarra a la única opción que tiene: Que le concedan la ayuda para un apartamento. Un lugar donde poder empezar de 0. La única puerta abierta a la esperanza.
A pesar de esta dura realidad Louise Wimmer no es una película derrotista, cuando acabas de verla, por tu cabeza no pasa la idea de: «La vida es una puta mierda», sino que piensas: «La vida vendrá como venga, pero yo le voy a plantar cara».