Lost River (Ryan Gosling)

Mucho se ha hablado del debut de Ryan Gosling en la dirección. Su primer vástago, Lost River, despertó más odio que amor en el Festival de Cannes, debido en parte a un exceso de referencias que extirpaban cualquier rastro de personalidad que pudiera tener la película. Sin embargo, también se dejaba caer que estábamos ante una de esas obras cinematográficas que buscan impactar a través de las imágenes antes que sirviéndose de un buen guión. Una circunstancia que a muchos nos despertó el interés de manera inmediata, ya que al fin y al cabo el cine debe de penetrar a través de la vista para acabar instalándose en el cerebro, de tal manera que una película que logre ser sugerente e incluso hipnótica por medio de estas consideraciones visuales, conseguirá instalarse por mucho tiempo en la retina del espectador. Algo así le sucedía a la cinta con la que más se ha comparado a la ópera prima del canadiense, en la que él mismo desarrollaba el papel protagonista: Only God Forgives, de Nicolas Winding Refn (a partir de ahora padre cinematográfico indiscutible de Gosling), que lograba crear una atmósfera espectacular no sólo gracias a una fotografía excelente, sino a un adecuado manejo de los tiempos por parte del director danés. No obstante, pese a que pueda haber ciertas similitudes entre Refn y Gosling como realizadores, tampoco éstas van tan lejos como podría parecer por momentos.

No sería del todo exacto calificar a Lost River como una película extraña, bizarra o difícil de comprender, ni siquiera para los menos cinéfilos. La estructura argumental está bastante clara desde el principio al final, y sólo ciertos pasajes con un toque surrealista pueden dar lugar a un primer momento de confusión en el espectador. La cinta nos presenta a una familia de tres miembros cuya casa está a punto de ser derruida tras no poder cumplir los pagos con el banco. A Billy, la madre, le ofrecen un misterioso trabajo para poder solucionar la deuda. Su hijo mayor, Bones, también intenta ganar algo de dinero robando cobre, aunque con la llegada del excéntrico Bully no lo tendrá tan fácil. Dedica buena parte de su tiempo a cuidar de su hermano pequeño Franky, del que también se ocupa una vecina, Rat, quien vive con su impasible abuela y con una pequeña ratita como mascota. El ambiente de decadencia, soledad, desesperanza y violencia adereza la línea argumental y estará presente a lo largo de toda la obra.

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La película funciona estupendamente para venir de un neófito en el arte de la dirección, sin altibajos, sin defectos de forma, sin un surrealismo descabellado y sin agujeros de guión (esto último tampoco era muy difícil). Como decimos, sería casi un desprecio a la labor de Gosling alzar las fuentes de las que ha bebido por encima de su trabajo final. Pero, puestos a nombrar referencias, podemos encontrar diversas semejanzas en Lost River con respecto a otros directores. El más inmediato es el mencionado Winding Refn, de quien ha heredado la capacidad para retratar una violencia brutal y desmedida sin querer ser trascendente, además de un particular interés por los colores rosa y rojo, que desde la cartelería ya se puede denotar; esto entronca, por supuesto, con el director de fotografía Benoît Debie, principal culpable de que se haya comparado esta película con la obra de Gaspar Noé. La referencia que no se ve tan clara al principio es la de David Lynch, más allá de algún encuadre, pero conforme pasan los minutos y siempre que uno esté predispuesto, se puede sentir en el hogar de Rat un aire bastante fuerte al reputado cineasta, especialmente a Carretera perdida y su onírica atmósfera, sin dejar de lado un particular interés en los personajes femeninos. E incluso, forzando mucho la máquina, podríamos denotar algo de Derek Cianfrance en la puesta en escena de los primeros minutos.

Gosling también ha demostrado tener un gusto interesante a la hora de elegir a su equipo de trabajo. Ya hemos comentado la elección del director de fotografía habitual del francoargentino Noé, pero no menos importante es la labor que desempeña Johnny Jewel en la banda sonora, con un resultado que no desmerece el que ya consiguió en Drive. El reparto está a la altura de las circunstancias; Christina Hendricks es quién goza de un mayor peso protagonista y sabe transmitir muy bien ese desasosiego que caracteriza a su personaje. Tanto la prometedora Saoirse Ronan como Ian de Caestecker ceden ante las acometidas de Matt Smith y Ben Mendelsohn, ambos en papeles más pequeños pero repletos de carisma y sentido. Mención especial para Eva Mendes, actriz con la que Gosling tiene un hijo en común y que aquí cumple con su breve papel.

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Muy sugestivo y satisfactorio este debut de Ryan Gosling detrás de las cámaras. El de Ontario ha conseguido cocinar un exquisito pastel a partir de los moldes que había labrado durante su carrera como actor. El resultado es una película tremendamente atractiva desde el lado visual y que no desmerece en su argumento, aunque éste pueda pecar de no ser tan arriesgado como cabría esperar; precisamente, es necesario redundar en que la obra se encuentra alejada de un surrealismo extremo que tráiler, carteles y opiniones previas habían dejado caer. Alguien podrá ver en Lost River un mero cóctel entre diversos cineastas, pero otros preferimos quedarnos con lo que puede ser el inicio de un realizador que pertenece a ese genial grupo de aquellos que prefieren transmitir su cine fundamentalmente a través de imágenes y sonido en detrimento de una narrativa convencional. Ah, y que nadie se mueva del asiento tras el fundido en negro: atentos a la peculiar escena post-créditos.

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