La vida de Irune (Miren Gaztañaga) se encuentra en un estado de suspensión; el dolor parasitario del pasado ocupa un presente al que se le ha extirpado la posibilidad de futuro. Desde el inicio del metraje, se palpa un bulto que tiene en el pecho y augura su propia muerte. Con ello, su personaje queda envuelto de un aura fúnebre que precipita a la destrucción todo aquello con lo que está en contacto: la fábrica de papel en la que trabaja saltará por los aires a manos de un trabajador sublevado, su vecina será terriblemente asesinada por su propio hijo. Irune solo consigue sortear esta fuerza destructora a través de la fantasía; a menudo, finge querer comprar billetes de tren para hablar durante unos instantes con un operador de Renfe que la atiende habitualmente. Aquí es, también, donde David Pérez Sañudo despliega sus mejores ideas visuales. Nunca se nos revela la verdadera imagen del operador de Renfe; inicialmente, solo lo conocemos a través de su voz que, a medida que avanza la película, se encarna en un cuerpo discontinuo, que cambia de aspecto en cada aparición. Se consigue narrar en imágenes la soledad y el aislamiento de una protagonista desesperada por sentirse acompañada, por llenar el vacío de los tiempos muertos. Esta propuesta alcanza su momento más emocionante cuando observamos a Irune conversando con un hombre desconocido sobre un puente; no escuchamos lo que se dicen, porque no nos hace falta para entender que ese hombre no se encuentra realmente allí, sino que tan solo es una proyección de las fantasías de la protagonista.
En Heavenly Bodies, Richard Dyer proponía que lo que hacían los actores y las actrices era tratar de dar sentido a sus cuerpos; lo mágico del trabajo interpretativo de Miren Gaztañaga es que se entrega a la incapacidad de hacerlo. El resultado es un cuerpo dislocado e impermeable, reactivo bajo sus propias lógicas, su propio ritmo, su propio gesto robótico, contenido, extraño y apático. El circuito de su mirada está totalmente desvinculado de los elementos y personajes que la rodean; siempre mirando al suelo, evitando el contacto visual, como si se negara a permitir el contraplano, buscando permanecer aislada, nunca vinculada a otro que pudiese exigirle una reacción, la reacción que es el saber darle sentido al cuerpo. En varios momentos a lo largo de la película, vemos a Irune ponerse a bailar. El aeróbic le permite a sus movimientos hacerse más amplios, ocupar, por primera vez, un poco más de espacio, pero sin abandonar nunca el gesto rígido y calculado. En una de estas ocasiones, la vecina con la que trata desesperadamente de restaurar su relación tras una larga enemistad cuyo motivo y origen desconocemos, la invita a bailar con ella. Comparten un momento de unión y complicidad. Desde esta escena, Irune escuchará en privado la canción que le ha enseñado su amiga, tratando de rememorar esa noche. A estas alturas, su cuerpo danzante ha conseguido cargarse de una fuerza expresiva que Perez Sañudo trata de aprovechar y potenciar en el tramo final de la película, justo tras la muerte de la vecina. El dramatismo le entrega a Irune una energía cuyo cuerpo es incapaz de procesar, que lo desborda y lo dispara en direcciones imprevisibles. Se encamina hacia un club, pide la canción de su amiga, se abre paso entre la gente y se pone a bailar. No puedo no pensar aquí en la escena final de Buen trabajo (Beau travail) de Claire Denis, en el cuerpo de Denis Lavant liberando toda esa energía residual que había quedado contenida y atascada en él, estallando a través del gesto, un gesto tan brusco, duro y feroz que parecía querer descomponer, desintegrar su propio cuerpo. Aunque la idea y las resonancias están allí; la versión de Los últimos románticos no acaba de lograr cargarlo de esa gran emoción que parece prometer, probablemente en consecuencia de una semántica bastante torpe y evidente, empeñada en construirse a través de la representación fragmentada de una escena que pide, desesperadamente, dejarse narrar a través del gesto de Miren Gaztañaga, cuya interpretación es, sin duda, el tesoro de esta película.