Los puentes de Sarajevo (Les ponts de Sarajevo) fue la película escogida para inaugurar el certamen del capital bosnia que este año cumple su vigésima edición. La cinta, formada por trece segmentos de directores europeos intenta hacer un recorrido por los últimos cien años de la ciudad balcánica, desde el asesinato en 1914 del archiduque Francisco Fernando de Austria, que fue la excusa para iniciar la Primera Guerra Mundial, hasta la situación actual dominada por el recuerdo y el dolor de la contienda que asoló a la región hace veinte años y cuyos efectos son visibles hoy en día en la sociedad.
Como todo proyecto de dicha índole el resultado acaba siendo dispar, con propuestas que aciertan y otras que resultan menos brillantes. Por otro lado, se han repartido las historias de forma poco afortunada; las miradas están concentradas sobre todo en la guerra de inicios de los noventa del siglo pasado. Y luego está Gordard, que ha decidido volver a mostrar su cortometraje Je vous salue, Sarajevo (1993) ampliándolo un poco más, con un resultado muy en su línea actual. Desconcertante fue la palabra que resumía su experimento.
Pero como decía anteriormente, se dejan de lado demasiados momentos de la historia reciente de Sarajevo, donde todo no ha sido, afortunadamente, guerra y dolor. Tal vez sea el cierre, escrito y dirigido por la cineasta suiza Ursula Meier, el segmento que mejor sensación transmite, sin regodearse en el dolor en ningún momento y dejando a las claras como es hoy en día esa ciudad donde los niños juegan al fútbol rodeados de cementerios.
También es digno de mención el fragmento de Sergei Loznitsa (que también presenta en el festival Maiden, sobre las protestas en la capital ucraniana), con fotografías de los defensores de la ciudad enseñando sus armas sobreexpuesto con imágenes de los lugares más emblemáticos de Sarajevo donde la gente pasea hoy en día de manera distendida. Incluso en ocasiones juega a crear un efecto consistente en que los hombres de sus fotografías parecen camuflarse con el paisaje de la ciudad.
Kamen Kalev inicia el relato con la historia del asesinato del archiduque, el protagonista de su segmento en los preparativos previos a su visita y muerte de la ciudad. En un tono fúnebre y fatalista, el heredero al trono austro-húngaro se sincera al espectador y descubrimos los miedos de un hombre que, en la mayor de las ironías de la historia, resultaba ser el menos beligerante de todos los líderes de la época y cuyo asesinato y el de su esposa desencadenaron la guerra más absurda y cruel hasta entonces.
La última de los historias que considero realmente reseñables es la del italiano Vicenzo Marra, que alejado un poco de la idea inicial de la película, nos habla de un episodio de las tropas italianas en plena Primera Guerra Mundial.
Y es que uno de los detalles de la cinta es lo poco cohesionada que está la idea central. No termina siendo un repaso a la historia de los últimos cien años de Sarajevo, y tampoco todas las historias van en la misma dirección. Como nexo de cada corto hay una animación que recrea un puente formado por manos, como símbolo de unión, que va moviéndose, retorciéndose o incluso quemándose.
Por tanto, su idea inicial queda desdibujada y algo fallida, pero sigue siendo mejor que algunas de las propuestas que suelen surgir en torno a una ciudad en los últimos tiempos. Porque la verdadera idea era la de formar un mosaico alrededor de la palabra puente, de como esta idea pervive con el paso del tiempo a pesar de todo lo inimaginable, como auténtica radiografía de la ciudad. Así que Los puentes de Sarajevo es dispersa y con fragmentos que aportan más que otros, como suele pasar, pero no es una mala cinta.
Posiblemente, como decía en un inicio, sean los cineastas balcánicos y Ursula Meier quienes mejor apuntan en esta dirección. Y es la directora suiza con su puente entre el pasado y el presente quien más provecho le saca.