La picaresca ha sido desde siempre una constante temática en nuestro cine, pero será a finales de los años cincuenta y parte de los sesenta cuando se realicen varios films que se han convertido en clásicos de nuestra cinematografía. Producidos alguno de ellos por José Luis Dibildos, realizados por directores bastante competentes como Pedro Lazaga o Javier Aguirre y con un reparto de actores tanto estelar como secundario de lujo, hablamos por supuesto de Los tramposos, Los que tocan el piano, Los económicamente débiles o Tres de la Cruz Roja. El inefable Mariano Ozores también se apuntó al carro y realizó algunos films memorables como Le llamaban la Madrina o ya en los ochenta la serie de películas protagonizadas por Pajares y Esteso (Los Bingueros, Los Liantes, Los energéticos, Los Chulos, Yo hice a Roque Tercero) los cuales siempre interpretaban a dos caraduras sinvergüenzas (asesorados o apoyados por el genial Antonio Ozores) que se las ingeniaban para ganar dinero a costa de incautos e inocentes; aunque al final siempre recibieran su merecido.
La mayoría de estos films son programados con bastante asiduidad por diferentes cadenas televisivas; sin embargo, hay una película que nunca se ha emitido por televisión que yo recuerde y tampoco ha sido editada oficialmente en DVD. Se trata de Los pedigüeños, segundo film como productor y director de Tony Leblanc (también se ocupó del guión y de la música). Bastante difícil de conseguir, la descubrí en una “extraña” colección de cine español de humor que se vendía junto al periódico deportivo Marca, en un formato bastante cutre y en una copia más o menos decente, pero de baja calidad (es decir, no está remasterizada y a veces las imágenes presentan rayas). Se trata, por tanto, de una película injustamente olvidada y que merecería ser rescatada por Divisa o por alguna otra casa dedicada a la venta de cine español para el disfrute del cinéfilo inquieto y curioso o para los amantes del cine patrio de calidad.
La carrera como realizador de Tony Leblanc fue muy corta; sólo tres films: El pobre García, Los pedigüeños (en algunos carteles del film aparece misteriosamente Pedro Lazaga como director, pero debe tratarse de un error) yUna isla con Tomate forman el tríptico cinematográfico de Tony, el cuál se ocupó también de la producción, el guión y la música de éstas, financiadas además por su propia productora. Supongo que ninguna de estas películas debieron funcionar demasiado bien en taquilla ya que las tres fueron realizadas en un par de años (1961 y 1962) y ya no volvió a dirigir más; una pena porque desde mi punto de vista son tres films muy divertidos y además con cierta vocación rupturista; es decir con ganas de contar las cosas de otra manera o dejando un sello personal en cada una de ellas. Mientras que El pobre García resulta quizá un film más convencional al estilo de las comedias de Jose Luis Ozores (El Gafe, El aprendiz de malo) o Fernando Fernán Gómez (El malvado Carabel) tanto en Los pedigüeños como “Una isla con tomate se evidencia una clara intención sino vanguardista al menos diferente, optando por la comedia libre, sin apenas guión, en lo que importa es el humor y la acumulación de situaciones cómicas, surrealistas y absurdas. En el caso de Los pedigüeños nos encontramos por tanto con una pequeña obra realizada entre amigos; como un suerte de film independiente que actualmente no se aprecia casposo ni pasado de moda, sino fresco y eficaz.
Aunque en cierto modo el film sigue el mismo esquema de Los tramposos o Los que tocan el piano (films protagonizados por Leblanc), lo toma tan solo como punto de partida ya que pronto nos percatamos de que lo importante es el planteamiento absolutamente libre e incluso improvisado de cada una de las peripecias protagonizadas por los tres pedigüeños (Leblanc, José Luis López Vázquez y Venancio Muro). Cada uno de los timos en los que participan poseen un claro tono de «performance», es decir de actuación cómica en un teatro. Lógicamente, el film posee un guión pero da la impresión de que Leblanc intenta agotar el gag hasta la extenuación, tal y como lo hacen muchos comediantes cuando realizan una actuación en directo.
Un ejemplo claro de esto que digo lo tenemos en el segundo timo: los tres amigos se hacen pasar por cantaores flamencos en una fiesta de alto copete para así poder ganar quinientas pesetas. La secuencia —que nos evoca al famoso discurso de los tres falsos aviadores rusos interpretados por los Marx en “Una noche el la ópera— absolutamente hilarante es una auténtico recital de paridas, ya que los timadores no saben cantar flamenco e intentar dilatar la interpretación con un discurso y una serie de acciones a cuál más surrealista y absurda. En esta secuencia se cumplen todas las características que antes apunté: la sensación de estar asistiendo a una actuación cómica teatral o de revista, y la acumulación de gags sin descanso y con una imaginación desbordante e inagotable.
Otro aspecto interesante del film tiene que ver con una cierta vocación surrealista, presente incluso en una pequeña introducción que aparece antes de los títulos de crédito. Venancio Muro aparece caracterizado como un chino “musculoso” y con el torso desnudo que se dispone a tocar un enorme gong; seguidamente vemos a Tony Leblanc, Licia Calderon y José Luis López Vázquez disfrazados de chino-mandarín y comienzan a hacer reverencias al respetable. Finalmente, aparece un rótulo con caracteres chino que traduce una voz en off (la de Tony Leblanc) en la que asegura que querían hacer una película china pero se les ha acabado el presupuesto y que han decidido por tanto hacer una película madrileña. Este comienzo resulta no sólo muy divertido sino además sorprendente y muy original.
Otra secuencia en la que el absurdo y el surrealismo se dan la mano es aquella en la que el personaje interpretado por Venancio Muro es atendido por unos médicos tras un falso accidente de carretera. Las expresiones de alucinado de los doctores (que parecen estar de frenopático) y el cuestionario tan absurdo al que someten al paciente se traduce en una secuencia tan inquietante como insólita dentro del tono amable del film.
Ni que decir tiene que un tanto por ciento importante de la calidad de la película reside en su plantel de actores y actrices. Especialmente destacable, en ese sentido, la actuación de José Luis López Vázquez en la secuencia en la cuál deben aprender a llorar para poder asistir a los funerales y así poder dar el sablazo, o la de Tony Leblanc durante un funeral en cuyo discurso mezcla su (falso) dolor por la muerte del difunto y los comentarios sobre un pájaro disecado que hay sobre un mueble.
Otra diferencia con respecto a los films producidos por Dibildos es que en el caso por ejemplo de Los tramposos, finalmente los timadores consiguen subir de nivel social y tener coche y trabajo. Sin embargo, los tres pedigüeños confiesan que no lo hacen por no ser pobres o por mejorar sino porque están enganchados al arte de pedir dinero; es decir no se trata de un trabajo, ni lo hacen por salir de la indigencia; para ellos se trata de una vocación de la cuál les resulta difícil prescindir.
El comienzo del film evidencia claramente esto que digo. Fortu (Tony Leblanc) llega a su casa en coche, perfectamente trajeado y entra en su casa. Le recibe su doncella (Gracita Morales) la cuál no puede evitar llamarle por su nombre de pila, y él le reprende y le ordena que le trate de “señor”. Descubrimos que esta casado con una bella mujer (Licia Calderón) que le reprende porque ha pedido dinero a un amigo cuando no lo necesitaba. Tras la reprimenda, aparece su hijo y Fortu le cuenta como ha llegado a ser quien es hoy en día comenzando así las peripecias de los tres pedigüeños. Es decir, el personaje de Fortu no puede evitar seguir pidiendo dinero a pesar de que es ya un hombre respetable.